miércoles, 12 de octubre de 2011

Anónimo


Cuando llegó, se sintió como la mano que acaricia el pecho con suavidad. Y despejó un poco los grises del lente, además. Fue un aliento sutil que roció la tarde de tranquilidad.
Entonces, hay alguien que me nombró en silencio y que entendió mis sentimientos.
Que no hay tiempo para sentir el desconsuelo, dijo. Tampoco para preguntarse por qué. Si en el fondo conocemos todas las respuestas. Sabemos que siempre pasa lo que tiene que tiene que pasar. Sabemos que no pasa, hasta que te pasa.
Que sea lo que sea, como dice Mercedes.
Me permito ese acto humano de cerrar los ojos y abrir los brazos. Me lanzo al vacío y saco cuentas. Entonces “sigues la vida, urgente y transitoria”. Porque ya no te queda otro espacio en donde habitar. Y mientras caes, vas contando el tiempo que te resta, hasta encontrar, de nuevo, una vida. Esto es lo que dicen. Esto es lo que hacen. Esto fue lo perdido. Esto es lo que queda. Esto es lo justo. Esto es la espera.
Cuando llegó, se sintió como los labios que te besan la mejilla suavemente. Fue un mensaje anónimo que roció de tranquilidad la tarde y pronunció mi nombre en silencio.

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