viernes, 14 de octubre de 2011

El silencio de Cala


Su vida, al menos una de ellas, no estaba destinada a un final feliz. Pero como somos dueños del azar, hoy él está acostado en mi sofá, alive and kicking. Se mantiene en un prudente silencio siempre, salvo por las mañanas, pero esa es otra historia.
Cala nació en la calle, imagino que tendría hermanos que ya no vale la pena intentar rastrear. Vagó sin rumbo, hambriento, sucio y con miedo. Un día, sintió frío y se deslizó por dentro de los hierros calientes del motor de un carro. La dueña es una señora de quien no quiero recordar ni la altura desmesurada de su ceja izquierda.
Imagino que la cruzada por la vida de Cala, duraría días. Según las versiones de la señora de la ceja izquierda de altura desmesurada, los maullidos eran insoportables. Ella dijo que se prolongaron por más de dos noches. La idea era dejar que se "apagaran" cuando el corazón felino se detuviera. Quién sabe si así lo hizo, pero como son siete vidas, Cala probablemente agarró por las greñas la sexta.
Lo descubrimos, dentro del motor de un Toyota del 2003. Lo sacamos, previo a ofrecer su respectivo insulto a la inconsciente de la ceja izquierda desmesuradamente elevada y abusadora de gatos.
Cala, se aferró a mí, con las uñas que ya no tiene, con la aridez de quien ha sufrido demasiado y con la esperanza de vivir su sexta o quinta vida en paz, de ahora en adelante.
Desde entonces es mi gato y me quiere. Me observa en silencio acostado en mi sofá, mientras yo escribo este post. Y me mira con aprobación. Es esa presencia pacífica y serena que me estabiliza y que en su forma muy particular, me inspira a que luche por él y por mí.

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