Todo es un azar que lleva a una causa, que es el hilo conductor para cada azar. De esto trata este blog. Es una causa y es un azar. Esto hace que se manifiesten muchas otras causas y muchos otros azares. Sin frecuencias, sin definiciones, sin especificaciones. Es para todos y es nada, para ser todo.
sábado, 22 de octubre de 2011
El post necesario
No están todos los que son ni son todos los que están. Ahora bien, fueron muchos los que en una forma sincera, otros burlona y otros con rabia me alertaron del tsunami que se avecinaba.
A todos los que hoy se ríen porque tenían la certeza que pasaría y vieron cómo me lancé sin paracaídas del avión, ríanse un poco más, están en su derecho. A todas las personas que se acongojan, porque se solidarizan y entienden la magnitud del hecho, gracias del alma.
El tsunami pasó y si bien es cierto se llevó todo lo que encontró por delante, aún así no pudo llevarse ni la fe, ni la dignidad ni mucho menos la integridad, tres características intangibles pero palpables.
El tiempo se encarga de poner todo en su justo lugar y darle a cada quien lo que merece. Y como le dije a una persona extrañamente especial "the best is yet to come". Errar es de humanos, reconocer el error, humaniza más. Mea culpa, mala elección.
Brindemos por lo que se fue, que pese a todo, fue lo mejor que pudo suceder. Cada mañana lo ratificamos un tanto más.
Cheers!
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Las esbeltas cañas de azúcar trepidaban al ser consumida la paja seca que las arropaba, por las intensas llamas. La enorme hoguera iluminaba la noche y el cielo, negra boca, parecía tragarse la columna de humo gris. Yo era un pequeño crio, pero desde un lugar seguro observaba aquel espectáculo emocionado y asustado. Un fuego intencional para limpiar, un campo de caña, antes de ser cortado, amenazaba con propagarse a un esplendido potrero de Pangola. Recuerdo a mi Padre, jadeante, desesperado, tratando de atajar el fuego. Sus esfuerzos y el de varios trabajadores fueron en vano. Las llamas arrasaron con el extenso potrero formando unos remolinos que se me antojaban una danza infernal. A la mañana siguiente visite en compañía de mi Padre el lugar de los hechos. El potrero, totalmente calcinado hasta quedar solo la prietuzca tierra, mostraba lagunas piedras negras, ocultas anteriormente entre la frondosa hierba. Al ver mi preocupación y desconsuelo mi Padre me dijo: -“Hijo, no te desanimes, vas a ser testigo de un gran milagro”. Apenas dos semanas después, fuimos de nuevo al lugar. Entre la achicharrada tierra brotaban las primeras espiguitas de hierba, temerosas, débiles, ya comenzaban a teñir de verde el oscuro suelo. Las consecuentes visitas me fueron demostrando el milagro. Apenas unas semanas después, salte de mi caballo para quedar sumergido hasta el pecho en aquel hermoso lugar. La mala hierba desapareció, la pangola surgió fuerte, lozana, con más bríos que antes, su color verdinegro ondulaba con la suave brisa, se me antojaba un inmenso mar. Aquello fue, sin lugar a dudas “lo mejor que pudo suceder”. Amiga mía, espero que este simple relato, esta inocente vivencia, te reafirme la convicción que ya tienes. Algo me dice que andas más ligera. Tu blog me dice que escribes más. Me atrevo a predecir que ya comienzas a ser más feliz. “Cada mañana lo ratifico un poco más”.
ResponderEliminar¿Un abrazo? ¡Claro que sí!