martes, 25 de octubre de 2011

Je confesse


Lo confieso. Si quieren me alumbran la cara con esa luz de oficina de detectives para que vean mis pupilas que no se retraen. Lo digo en serio. En el fondo soy una cantante frustrada. Lo que quiero es cantar. Ayer, cuando la noche se partió en dos y a Amanda le dio una crisis existencial, la solución fue Danny Rivera. Sí, Danny Rivera. Cuando el CD o DC empezó a aflorar esos violines eternos de la canción “Madrigal”, allí empecé yo. “Una rosa en tu pelo parece una estrella en el cielo”, y así sucesivamente. Fue como si los spotlights me hubiesen abierto el camino para mi debut musical. Y al parecer, afiné bastante bien, porque mi audiencia insistió en que volviera a cantarla. “Yo a tu lado no siento las horas que van con el tiempo ni me acuerdo que llevo en mi pecho una herida mortal, yo contigo no siento el sonar de la lluvia en el viento, porque llevo tu amor en mi pecho como un madrigal”.
No sé qué pasó, pero todos, absolutamente todos elevamos las copas y el líquido de uvas procesadas fluyó por los vasos capilares y nos puso casi como Lucy, sí, la que está en el cielo con diamantes. Figúrense la estampa.
Solo diré que mis días terminarán en un escenario pequeño de un bar pequeño en un pueblo pequeño. Yo cantaré todas esas canciones que han sido parte de cada etapa de mi vida. Han sido muchas, en inglés, español y hasta italiano. Cada noche tomaré un poco de espíritu y empezaré mi repertorio con madrigal y sus eternos violines. Me recordarán en ese pequeño escenario de ese pequeño bar en ese pequeño pueblo y luego cuando yo desencarne, aunque suene dramático, pondrán una foto mía en la entrada y empezará el mito, de aquella comunicadora que un día llegó a este pueblo lejano, con un perro, un gato y una tortuga, pidió una copa de vino y se puso a cantar "Madrigal".

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