martes, 1 de noviembre de 2011

Hallmark card para Soraya


¿Recuerdas aquella tarjeta Hallmark que te escribí un día en Jarabacoa? ¿Recuerdas lo que decía? Que a las personas había que darles oportunidades. Que todos merecemos un empujoncito para salir adelante en la vida. Que esa "gran persona" nos necesitaba y que teníamos que estar allí, a su lado. Que unos avanzan antes, otros, después, pero todos, eventualmente llegamos. Que a "esa gran persona" le tocaría su turno y todos, celebraríamos arriba en aquellos 700 metros, donde estaba la casa de las 2,500 matas de café.
¿Recuerdas que te pedí comprensión? Que esa "gran persona" solo necesitaba una coyuntura y una buena circunstancia.
Te escribí aquella tarjeta Hallmark con mi mejor letra, porque sé que los jeroglíficos se entienden mejor. Te escribí porque así lo sentía. Tenía deseos genuinos para "esa gran persona". Mi sueño era que a "esa gran persona" le fuera bien en la vida. Lo que nunca logré entender es que hay personas que son como los trenes, que arrancan con todos los hierros detrás de su meta, buena o mala, justa o injusta y que todo y todos los que se interpongan en su trayecto, terminan irremediablemente aplastados. En República Dominicana decimos: "Quítate tu, para ponerme yo".
Y solo ahora, cuando ya no me hace daño el paso del tren, cuando sé que gracias a Zeus, mi parada quedó atrás para siempre y que he podido comprender que los valores reales se tienen o no se tienen. Igualmente que la buena voluntad nace o no contigo, puedo hacerte referencia, Soraya, de aquella tarjeta Hallmark que te escribí un día en la montaña.
No se vive de sueños. No se sueña con sueños. No podemos soñar con sueños equivocados. No se puede soñar engañados.

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