No son tiempos fáciles para el amor. Hermanos con hermanos en disputa, amigos desleales, compañeros de trabajo ensañados con otros, parejas viviendo el engaño. Se va perdiendo la esperanza y se apodera de nosotros una desmoralización que nos va consumiendo. Corremos el riesgo de convertirnos en autómatas supuestamente “viviendo” y nos encerrarnos en una armadura hueca por dentro, de apariencia externa fuerte y nos creemos capaces de superarlo todo, sin la mínima necesidad de amar o de que nos amen. Y a viva voz decimos a los cuatro vientos que queremos estar solos y que la felicidad está dentro de uno mismo, algo que suena maravilloso, pero que no es un concepto que me convence. Como seres humanos debemos tratar de crecer a nivel espiritual y no debemos depositar nuestro bienestar emocional en otro mortal, pero no menos cierto es que necesitamos la compañía de alguien, necesitamos el apoyo familiar, la aceptación de las amistades, un abrazo fuerte y una palabra cariñosa de ser posible a diario, un beso, una caricia, una mirada. No hemos nacido para vivir solos y no creo que haya esa criatura sobre la faz de la tierra que en verdad prefiera la soledad. Claro, estamos en caos. Al que habla mucho de amor le dicen “lento”. El que vive como un pica flor le llaman “apero”. A los muy familiares “quedaos”. Los del medio social, sin muchos preámbulos para la diversión desenfrenada están “in” y al que sale de vez en cuando, lo llaman inadaptado. Pese a esto no todo está perdido, hay seres que siguen soñando con los sentimientos, que respetan a los demás y que tienen vocación para servir al prójimo. Y son seres que saltan, bailan, que ríen, lloran, discuten, se deprimen... que no necesariamente los fines de semana se quedan en hibernación en sus casas. Son seres normales y punto, pero que creen en el amor, la lealtad, la solidaridad y la fidelidad. Hay mucho desorden emocional, pero también hay mucha ternura a la vuelta de la esquina. Si tratamos de limpiar un poco la ventana y ver los colores brillantes de afuera, nacerá cada día más en nosotros la esperanza por un mundo mejor y por favor, que esto no suene a cliché o una frasecita de una tarjeta Hallmark. Es posible volver a lo simple e imperecedero, al verdadero, eterno, genuino y esencial significado del hombre… amar y ser amado.
Jacinto Benavente decía refiriéndose a las personas:“ Y en ellas visteis, como en las farsas de la vida, que a estos muñecos, como a los humanos, muévanlos corderillos groseros, que son los intereses, las pasioncillas, los engaños y todas las miserias de su condición: tiran unos de sus pies y los llevan a tristes andanzas; tiran otros de sus manos, que trabajan con pena, luchan con rabia, hurtan con astucia, matan con violencia. Pero entre todos ellos, desciende a veces del cielo al corazón un hilo sutil, como tejido con luz de sol y con luz de luna; el hilo del amor, que a los humanos, como a esos muñecos que semejan humanos, les hace parecer divinos y trae a nuestra frente resplandores de aurora y pone alas en nuestro corazón y nos dice que no todo es farsa en la farsa, que hay algo divino en nuestra vida que es verdad y es eterno, y no puede acabar cuando la farsa acaba”.
Yo pienso que muchas de las situaciones que describes, guardan una estrecha relación con la crisis de principios y valores que hay en las sociedades del mundo, en donde la gente lo único que hace es enfrascarse en una búsqueda desenfrenada e inacabable de lo que saciará la sed que causa la ambición, la vanidad y la avaricia, perdiendo de vista esas cosas sencillas que muchas veces tenemos tan cerca, que dan un verdadero sentido a la vida y que son la base de la premisa que dice que lo esencial es invisible a los ojos.
ResponderEliminarMe encantaría conocer a una persona que escribe con tanta sutileza sobre el amor. Te felicito por este escrito.
ResponderEliminar