domingo, 24 de mayo de 2009

La escalera de sueños que llega al cielo



Dicen que de sueños no se puede vivir. Dicen que los sueños, sueños son y ¿quién soy yo para discutir con Calderón de la Barca? Pero que maravilloso sería soñar y que esos sueños se hiciesen realidad. Hay personas que sueñan despiertas, porque sus circunstancias no son halagadoras y hay personas que luchan por sus sueños, porque entienden que éstos pueden cambiar el curso de la Historia o de su historia personal.
La interpretación de los sueños se cataloga como una superstición, muy difundida por cierto. Ya en las antiguas literaturas orientales, desde la egipcia hasta a la mesopotámica, aparece la creencia de que los sueños tienen un valor premonitor y que anticipan la realidad futura, de allí aparece una compleja ciencia destinada a interpretarlos. Las civilizaciones del mundo antiguo, el sueño se mantuvo sobre todo como expresión y manifestación de lo divino.
La Biblia en el libro del Génesis el sueño es el medio elegido por el Señor para anunciar a Jacob su fecunda posteridad y la conquista de la Tierra Prometida: “Tuve un sueño y había una escalera apoyada en la tierra, cuya cima tocaba el cielo, y los ángeles del Señor subían y bajaban por ella…”.
También entre los primitivos la importancia del sueño era primordial. Algunas tribus de África creen que el hombre tiene cuatro almas, y que una de ellas es el alma-sueño, que duerme cuando el hombre está despierto y despierta cuando éste duerme, entonces es cuando sale al encuentro de otras almas.
Lo cierto es que soñamos, hay teorías neurológicas, metafísicas, psicológicas….Hace décadas un hombre con lentes y voz enérgica dirigiéndose a una multitud dijo: “Yo tengo un sueño que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. Yo tengo un sueño que un día cada valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados, y que la gloria del Señor será revelada, y toda la carne la verá al unísono". El sueño de Marthin Luther King
Hoy el mundo espera que el primer presidente afroamericano de los EEUU, Barack Obama cumpla el sueño del dr. King.
Cuántos sueños andan soñándose cada noche, por un mejor mundo, por el cese de las guerras, el trato ético a todos los seres humanos, el respeto por la naturaleza y los animales, por la armonía, por un amor. Son tantos y de tantos…
Yo tengo un sueño…ver mi país, como lo vio en su genio Pedro Mir. Quiero sentirme feliz porque estamos educándonos, porque somos mejores ciudadanos, porque no hay impunidad, porque volvemos a los valores reales y porque más que cualquier cosa, queremos vivir en nuestro propio país y no huir de él, ya que tenemos aquí oportunidades de una vida plena, por medio del trabajo honesto que nos da recompensas justas. Yo tengo ese sueño y muchos más, tantos que forman una escalera que llega el cielo.

lunes, 18 de mayo de 2009

El oficio de vivir


Todo pasa tan deprisa en la vida. Es como si el tiempo anduviera en una competencia constante y feroz con el... tiempo. Estamos inmersos en nuestros afanes y tenemos una existencia con tantas cotidianidades e incomodidades, que a veces no nos alcanza la razón para darnos cuenta de todo lo que nos rodea. Salimos y entramos, hablamos, comemos y hasta nos divertimos en una forma acelerada porque siempre hay mucho que hacer y poco tiempo para hacerlo. Y en medio de toda la vorágine, la gente que va y viene, que nos habla, que nos pregunta, que se nos adelanta o nos hace retrasar... Cada una de esas personas con las que tenemos que tratar diariamente y que a veces nos parece que han llegado de continentes diferentes, de hecho, a veces es cierto, al menos de países distintos y no parecemos entendernos. Entonces perdemos la paciencia a menudo y se nos llena la cabeza de tensión y andamos en la calle con una cara de sustos que se empeora cuando perdemos 20 minutos en un tapón. Y es cuando empieza el rosario de quejas...
Pero por qué no pensar que tenemos la dicha de vivir en un mundo en donde sus habitantes son imperfectos, somos imperfectos eso es todo. No podemos perder la carrera con el tiempo lamentándonos a diario, porque corremos el riesgo de no apreciar las maravillas que nos cruzan por el camino. Cultivando la tolerancia y la paciencia, tendremos acceso a abrirnos cada día un poco más a la virtud del alma. Veamos nuestro cristal hacia el exterior de una forma diáfana y que nada ni nadie lo pueda empañar. A fin de cuentas, es el oficio de vivir.

domingo, 17 de mayo de 2009

Soledades




Cuando uno permanece mucho tiempo solo, cuando pasan años y años sin que el diálogo vivificante y buceador lo estimule a llevar esa modesta civilización del alma que se llama lucidez, hasta las zonas más intrincadas del instinto, hasta esas tierras realmente vírgenes, inexploradas de los deseos, de los sentimientos, de las repulsiones... cuando esa soledad se convierte en rutina, uno va perdiendo inexorablemente la capacidad de sentirse sacudido, de sentirse vivir”.
¿A quién no le hace reflexionar esta frase de Mario Benedetti?, quien acaba de partir hacia otro nivel de conciencia. Acaba de morir su cuerpo, más no su alma, y por él escribo sobre la soledad, uno de los temas que más le apasionaba y uno de mis temas en mi oficio de vivir.

¿Quién diría que la soledad es buena? Hay voces que proclaman que el ser humano está en completa capacidad de sobrevivir solo. Quizás si, pero sobrevivir no es vivir. Una cosa es ser independiente, habitar individualmente un espacio, estar sin pareja al momento o estar pasando por alguna situación que amerite alejarse de la gente y hasta de la civilización, a estar solo completamente, sin otra alma que deambule por donde transita la nuestra. Pienso que muchas personas acuden a un aislamiento voluntario por temor, como resultado de decepciones y tristezas. Es un escape, un mecanismo de defensa, porque seamos claros, en la soledad nadie nos deja. No miento si digo, que en ocasiones a cada uno de nosotros nos surgen esos deseos despavoridos de salir corriendo y parar cuando ya se nos rindan las fuerzas. Entonces acampar en algún lugar remoto en donde nada ni nadie nos pueda importunar y acurrucarnos en la armadura que nos protege y nos aísla. Pero luego, cuando las aguas vuelven a su nivel y el bálsamo del tiempo nos cura las heridas, deseamos volver a esa civilización que un día abandonamos presos del dolor y la tristeza y que ahora se nos antoja como una caja de sorpresas que deseamos descubrir. En la soledad nadie te molesta, pero tampoco sientes el calor de un abrazo, la sensación reconfortante de una palabra, el apoyo de esos que nos aman sin condiciones, las caricias que encienden pasiones, el beso que hace vibrar.
En la soledad, pese al silencio aparentemente anestésico que la rodea, es presa también del frío y la pesadez. No olvidamos en la soledad, solo nos envolvemos en una cómoda amnesia, pero siempre vienen esos cinco minutos antes de dormir en el que desfilan uno a uno los acontecimientos que nos hacen reír o llorar, más llorar que reír por supuesto. Lo lamentable es que muchas veces por ese deseo de evasión nos quedamos solos, tan solos y perdemos las oportunidades para ser feliz finalmente. No es fácil volver a levantarse después de los fracasos, se necesita valor y fe, dos cualidades que precisamente salen lesionadas por el dolor. Pero nadie dijo que la vida sería un jardín lleno de rosas y pasto verde. Hoy quizás estamos mal, pero todo pasa y tarde o temprano el tiempo de volver vendrá. La soledad puede ser una tregua, que le daremos a nuestros sentidos para que descansen, para que recobren sus energías y para que se impulsen de nuevo a seguir el recorrido. Cada día tiene su carga y mañana por más larga que se nos presente la noche, llegará la luz del alba. Y ante todo, demos gracias por cada lágrima, que todo tiene una causa y hasta quizás un azar. Esto es para todos aquellos que aún dicen que prefieren quedarse solos. Esto es para mi que hasta hace dos días era mi rol a seguir. Pero una causa o un azar se ha cruzado y empieza a tejer hilos de luz de esperanzas, que atemorizan pero que emocionan a la vez. Ya no quiero perder la “inexorable capacidad de sentirme sacudida, de sentirme viva”.
Los dejo con las letras de Benedetti, mi admirado Benedetti que ahora descansa en un plano superior: “La felicidad, la verdadera felicidad, es un estado mucho menos angélico y hasta bastante menos agradable de lo que uno tiende siempre a soñar. La gente acaba por lo general sintiéndose desgraciada, nada más que por haber creído que la felicidad era una permanente sensación de indefinible bienestar, de gozoso éxtasis, de festival perpetuo”.

La Verdad



Que feo es eso de que le digan a uno la verdad, sobre todo si se trata de esas verdades que uno ha evitado decirse aún en los soliloquios matinales, cuando recién se despierta y se murmuran pavadas amargas, profundamente antipáticas, cargadas de autorrencor, a las que es necesario disipar antes de despertarse por completo y ponerse la máscara que, en el resto del día, verán los otros y veré en los otros”. Mario Benedetti en La Tregua, lo dice bien.
La verdad marca profundamente el espíritu, pero es el único camino que conduce a la real y efectiva libertad; a pesar de que este no es un camino de rosas y sedas, es el destino por el que todos deberíamos aspirar a transitar. Sin embargo la gente miente por muchas razones…patotolgias, conveniencias, miedo...y hay gente que miente por que sí, sin causas, sin explicación, simplemente mienten, no han asimilado la diferencia entre la verdad y la mentira, no son personas enfermas, simplemente mienten y van dejando en su paso, semejante estela de no verdades que se van enmarañando y una lista de víctimas.
La verdad no tiene tonalidades ni alternativas y debe ser norma del ser humano. Lo que pasa, es que a medida que crecemos y nos adentramos en el mundo, nos damos cuenta que decir siempre la verdad, es un asunto poco cómodo y convenientemente, recurrimos a las excusas, a las mentirillas blancas y piadosas, o bien, al destierro absoluto de todo vestigio de sinceridad. En nuestra sociedad, muchas veces decir la verdad, sea cual sea el tema, se califica como “políticamente incorrecto” y los más sagaces, aprenden el arte distinguido de disfrazar las palabras, ataviados de esa máscara que hace alusión Benedetti y que durante los días ven los demás y ve a los demás.
Decir la verdad es un ejercicio de conciencia. Va desde el niño que se lleva el chocolate del supermercado en el bolsillo, hasta el político consumado que jura por su honor, haber estado muy alejado de los actos de corrupción. Y así nos vamos envolviendo en el círculo vicioso de las mentiras y sin darnos cuenta, se nos pasa la vida dando vueltas y tumbos sin encontrar la salida.
Decir la verdad es un acto de honestidad, no una debilidad. Es un acto de respeto, no de sumisión. Es elevar la conciencia, no bajar la guardia y la defensa. Cuando decimos la verdad, nos engrandecemos como seres humanos, como sociedad y como nación. Cuando el ex presidente de los Estados Unidos de América, Bill Clinton, estuvo envuelto en el desafortunado asunto con la ex becaria Monika Lewinsky, sus principales asesores le sugirieron nada más y nada menos, que dijera la verdad ante el mundo; ha pasado a la posteridad como el presidente que se atrevió a decir la verdad, hoy su esposa Hillary Clinton es Secretaria de Estado de los EEUU. No siendo así el caso de Richard Nixon, que por ocultar informaciones acerca del asunto Watergate y otros más, ha pasado a la historia con el sobre nombre “Dick the liar” (Dick el tramposo).
Decir la verdad no es gracioso ni fácil, ni siquiera conveniente en muchas ocasiones, nadie lo duda. No podemos tampoco ir por la vida, diciendo nuestra verdad particular a diestra y siniestra. Simplemente podríamos tratar día por día, de respetar el ejercicio de la verdad como profesionales, como ciudadanos, como familia y en lo posible, hacer uso de él.

sábado, 16 de mayo de 2009

Los hilos del amor



No son tiempos fáciles para el amor. Hermanos con hermanos en disputa, amigos desleales, compañeros de trabajo ensañados con otros, parejas viviendo el engaño. Se va perdiendo la esperanza y se apodera de nosotros una desmoralización que nos va consumiendo. Corremos el riesgo de convertirnos en autómatas supuestamente “viviendo” y nos encerrarnos en una armadura hueca por dentro, de apariencia externa fuerte y nos creemos capaces de superarlo todo, sin la mínima necesidad de amar o de que nos amen. Y a viva voz decimos a los cuatro vientos que queremos estar solos y que la felicidad está dentro de uno mismo, algo que suena maravilloso, pero que no es un concepto que me convence. Como seres humanos debemos tratar de crecer a nivel espiritual y no debemos depositar nuestro bienestar emocional en otro mortal, pero no menos cierto es que necesitamos la compañía de alguien, necesitamos el apoyo familiar, la aceptación de las amistades, un abrazo fuerte y una palabra cariñosa de ser posible a diario, un beso, una caricia, una mirada. No hemos nacido para vivir solos y no creo que haya esa criatura sobre la faz de la tierra que en verdad prefiera la soledad. Claro, estamos en caos. Al que habla mucho de amor le dicen “lento”. El que vive como un pica flor le llaman “apero”. A los muy familiares “quedaos”. Los del medio social, sin muchos preámbulos para la diversión desenfrenada están “in” y al que sale de vez en cuando, lo llaman inadaptado. Pese a esto no todo está perdido, hay seres que siguen soñando con los sentimientos, que respetan a los demás y que tienen vocación para servir al prójimo. Y son seres que saltan, bailan, que ríen, lloran, discuten, se deprimen... que no necesariamente los fines de semana se quedan en hibernación en sus casas. Son seres normales y punto, pero que creen en el amor, la lealtad, la solidaridad y la fidelidad. Hay mucho desorden emocional, pero también hay mucha ternura a la vuelta de la esquina. Si tratamos de limpiar un poco la ventana y ver los colores brillantes de afuera, nacerá cada día más en nosotros la esperanza por un mundo mejor y por favor, que esto no suene a cliché o una frasecita de una tarjeta Hallmark. Es posible volver a lo simple e imperecedero, al verdadero, eterno, genuino y esencial significado del hombre… amar y ser amado.
Jacinto Benavente decía refiriéndose a las personas:“ Y en ellas visteis, como en las farsas de la vida, que a estos muñecos, como a los humanos, muévanlos corderillos groseros, que son los intereses, las pasioncillas, los engaños y todas las miserias de su condición: tiran unos de sus pies y los llevan a tristes andanzas; tiran otros de sus manos, que trabajan con pena, luchan con rabia, hurtan con astucia, matan con violencia. Pero entre todos ellos, desciende a veces del cielo al corazón un hilo sutil, como tejido con luz de sol y con luz de luna; el hilo del amor, que a los humanos, como a esos muñecos que semejan humanos, les hace parecer divinos y trae a nuestra frente resplandores de aurora y pone alas en nuestro corazón y nos dice que no todo es farsa en la farsa, que hay algo divino en nuestra vida que es verdad y es eterno, y no puede acabar cuando la farsa acaba”.







jueves, 14 de mayo de 2009

Asuntos Bíblicos.. a propósito del padre Alberto y la Iglesia Católica


A veces, suelo deambular por entre los tesoros que eran de mi padre, que no son otra cosa que sus libros. Hace poco, mi vista se detuvo en uno en especial. Un libro peculiar, sin dudas; una joya literaria, escrito por uno de los mejores autores españoles contemporáneos, Fernando Díaz-Plaja y su “La Biblia Contada a los Mayores”.
Es una obra controvertida, fascinante y original, salpicada de una picardía e ironía que Díaz- Plaja domina a la perfección. El lector, debe abrir su mente, porque esos “asuntos bíblicos”, son abordados con objetividad pero no por eso, dejan de herir la susceptibilidad de muchos religiosos. No es mi caso; La Biblia es una obra maestra, el Libro Sagrado, cargado de simbologías y analogías, de historias relatadas muchas veces apegadas a la realidad que varía el tiempo y otra tantas, a la fantasía.
Es un libro que nos regala en cada página, una enseñanza y que cada cual, dependiendo de sus creencias y tendencias, asimilará en una forma diferente. Para mí, en mi humilde opinión, sería absurdo pensar que uno u otros creyentes de las distintas religiones, tienen la verdad absoluta y la única llave que abre las puertas hacia la salvación.
Todos somos hijos de un ser Supremo y Omnipotente, las religiones son sólo el medio de dividirnos en grupos, muchas veces como si fuéramos ganado de distintas clases, agrupados en diferentes corrales. Pero este no es el asunto. Nuestro tema es develar un poco el contenido de La Biblia Contada a los Mayores, un libro que escoge algunos episodios del Antiguo Testamento y le hace un análisis apegado a la objetividad.
Como bien comenta Díaz-Plaja, “intento poner cierta lógica y razonamiento en el confuso deambular de los hechos y espero que nadie se ofenda con estas páginas”...
En la estampa primera de su libro, Díaz-Plaja, inquiere sobre el aspecto que tendría la serpiente antes de que Dios la condenara: “Por haber hecho esto maldita serás entre todas las bestias del campo; Te arrastrarás sobre tu pecho y comerás el polvo todo el tiempo de tu vida”. Por lo tanto, se supone que antes de esto, era un animal hermoso y seductor y solo así pudo entonces convencer a Eva de que probara el “fruto prohibido”. Para Díaz-Plaja, asociar a la serpiente con una gacela parlanchina, sería más lógico y facilitaría el diálogo con Eva, porque “ ¿quién se va a agachar para escuchar lo que dice una serpiente, que con su forma de reptar ya muestra su perfidia?”. Sostiene que el seductor tiene que ser bello, para que pueda engañar e inducir a consumir el fruto del Árbol de la Ciencia. Y a propósito, ¿será valido el empeño histórico de que haya sido una manzana, dicho fruto?. Bien hubiese podido ser en dado caso un higo, puesto que “abrieronse los ojos de ambos y, viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos ceñidores” Génesis 3. Lo primero es que resulta asombroso, que un hombre y una mujer, los primeros del mundo, tuvieran idea de cómo se hacía un ceñidor y de que en efecto, como sostiene el autor, las hojas de higuera eran las más aptas para confeccionar un ropaje. Y el hecho-continúa explicando- de que encontraran inmediatamente ese árbol, pudiese darnos la pista de que el fruto prohibido era un higo. Luego de esto, sostiene la Biblia, “hizole Dios al hombre y a la mujer túnicas de pieles y los vistió”. Aquí encontramos por primera vez en el Libro Sagrado, la referencia sobre la muerte de un animal de los creados por Dios y de los que tan orgulloso estaba.

Otra estampa de La Biblia contada a los Mayores, se refiere a la longevidad de aquellos hombres del Antiguo Testamento. Por ejemplo, Adán murió a los novecientos treinta años. Mucho antes de esto, a los ciento treinta años, tuvo a Set, hermano de Caín y Abel. Set, a los ciento cinco años, tuvo a Enós y éste a su vez, a los noventa años tuvo a Cainán. Al parecer, conforme pasaba el tiempo, los hombres iniciaban más jóvenes sus actividades sexuales... La sabiduría popular ha transmitido de generación en generación, que Matusalén es el ejemplo exacto de lo que significa la longevidad, ya que murió de novecientos setenta años. Fue padre a los ciento ochenta años nada más y nada menos de Noé, que cuando tenía seis cientos años, empezó a construir el arca, la cual dicho sea de paso, distaba mucho de tener exactitudes náuticas. Según Díaz-Plaja, la descripción aportada por Dios para su construcción indignaría a cualquier marinero. “Trescientos codos de largo (por eslora), cincuenta de ancho (en vez de manga) y treinta de alto (por puntal). Llama puerta al portalón de babor y estribor y utiliza la palabra pisos por puentes”. El hecho, es que Noé fue obediente ante las especificaciones de Jehová, posteriormente procedió a introducir las parejas de animales. Sobrevino el Diluvio y Noé salió airoso de su hazaña marítima. No tuvo problemas con las aguas, pero no le fue tan bien con las uvas, puesto que sembró la primera viña del mundo y a la vez, decidió ser el primer consumidor de su producto, una vez procesado. La historia cuenta que acabó ebrio y desnudo en su tienda y es cuando podemos ver cómo los hijos actúan de manera diferente frente a las debilidades de los padres, pura psicología. Cam, uno de los hijos de Noé, lo ve en este estado deplorable y en vez de cubrirlo, sale a decírselo al que tuviera oídos. Sin embargo y para compensar, Sem y Jafet, dos de sus otros hijos, entran caminando de espaldas, portando un manto entre los dos, lo colocan sobre el cuerpo de su padre y salen de la misma forma. Es como dicen, ser hermanos, no garantiza el mismo comportamiento. Noé murió de novecientos cincuenta años, casi igualando la marca de Matusalén.
Sabemos que este libro constituyó para su autor el vehículo que lo transportó de ser un excelente autor, a ser un excelente y controvertido autor. Hablar de cualquier religión es un riesgo, provoca que muchas heridas históricas salgan a flote y las llagas de las susceptibilidades, se vean mojadas con una fina llovizna de sal. Sin embargo, a la hora de escribir su obra, Díaz- Plaja no perseguía ofender a nadie, sino simplemente realizar un análisis exhaustivo y valioso, literariamente hablando, acerca de ciertos pasajes del Antiguo Testamento. El interés del escritor, era analizar con ojo crítico y objetivo y sin apasionamientos, esa parte de los libros de La Biblia. Para muchos, un aporte cultural de gran valía, para otros, una ofensa de marca mayor y para algunos, una de las obras cumbre del autor, que lo catapulta en el renglón de la excelencia.
Uno de los personajes célebres del Antiguo Testamento fue Abraham. Algo muy curioso, explica Díaz-Plaja, es el hecho de este profeta ha pasado a la historia como el patriarca venerable. Afirma que su nombre, Abraham, “provoca escribirse siempre en mayúscula y con el debido ahuecamiento al pronunciarlo”. Esta es su historia: resulta que Jehová le anuncia: “Salta de tu tierra... para la tierra que yo te indicaré”. Le pide que funde un nuevo hogar en otro sitio, para engrandecerse material y moralmente y le dice que Su protección estará siempre con él. La tierra indicada fue Egipto y cuando estaba llegando a su destino, advirtió que era muy probable que los egipcios de enamoraran de su mujer, porque era bella y que a él, como consecuencia lo mataran, al ser el esposo. Entonces decide hacerle a Sara, su señora, un “indecent propolsal” cuando le sugiere que se haga pasar por su hermana y así fue. Efectivamente, los egipcios “la celebraban llevándola incluso a la corte y al lecho del faraón”. A Abraham, lo trataron bien por causa de los favores de su “hermana-esposa” y tuvo ovejas, asnos y camellos. Cuesta pensar que el patriarca al que uno admiraba desde niño, con esa larga barba blanca, hiciera fortuna a costa de su mujer. Eso tiene un nombre en nuestros tiempos y por cierto, muy feo. Hasta el faraón luego se sintió indignado al enterarse de la verdad. “Por qué me dijiste: Es mi hermana, dando lugar a que la tomase yo por mujer”. (Génesis 12). Pero el asunto no queda aquí, al parecer, Sara, al ver que el tiempo pasaba y no le daba descendencia a su marido/hermano y quizás siguiendo su ejemplo, le propuso que “yaciera” con su esclava egipcia, Agar, para procrear el tan soñado hijo. Y así fue y le dieron por nombre Ismael. Es una historia poco venerable.
En su estampa cuarta, La Biblia contada a los Mayores, comenta acerca de Sodoma y la califica como una “extraña ciudad”, que creció en población, a pesar de que sus habitantes tuvieran una sola obsesión: la masculina. Pues bien, Jehová amenaza con destruirla por su situación moral y Abraham le dice –con mucha razón- que no deberían pagar justos por pecadores y que reconsidere la sentencia si aparecen bastantes de los primeros. “Jehová promete un indulto, en caso de que aparecieran al menos cincuenta…cuarenta…veinte y aún diez. Sin embargo, sólo se libera la familia de Lot”. El castigo lo llevarán a cabo dos ángeles, que por supuesto, se “hospedan” en la casa de Lot, provocando esto que prácticamente el pueblo completo se acercara a esta casa y “demandara” la entrega de los forasteros; no queremos imaginar para qué: “sácanoslos para que los conozcamos”. Todos sabemos que significa “conocer” bíblicamente hablando. Lot, ni corto ni perezoso, sale corriendo y asegura la puerta, no sin antes ofrecerle a la multitud desquiciada a sus dos hijas, a cambio de la seguridad de los ángeles, en un gesto de dudosa hospitalidad. De más está decir que las hijas de Lot fueron rechazadas. Los ángeles convencidos después de este último impasse, de que Sodoma no merecía sobrevivir, deciden llevar a cabo la misión de exterminio. Lot saldría con su familia inmediata fuera de la ciudad, eso sí, sin mirar hacia atrás, so pena de perecer también. La esposa de Lot, no resistió la curiosidad y giró la cara e instantemente quedó convertida en una estatua de sal. Después de este episodio, la familia se reduce a Lot y a sus dos hijas, quienes obviamente se debían sentir muy mal ante el rechazo masivo de los habitantes de la recién destruida ciudad. El convivir los tres de ahora en adelante en una caverna, constituyó otro problemita, el de la sucesión, tan importante en esos tiempos bíblicos. La solución no se hace esperar: las hijas trazan un plan. “Nuestro padre es ya viejo y no hay aquí hombres que entren en nosotras como en todas partes se acostumbra. Vamos a embriagarlo y a acostarnos con él a ver si tenemos descendencia” Génesis 19. Así se hizo y las dos hijas obtuvieron de sus esfuerzos dos hijos/nietos de Lot, Moab y Ben Ammi.
Hay una estampa que tenemos que comentar y es la que se refiere al caso de Job, un hombre justo, trabajador, buen padre, buen marido y agraciado ante los ojos de Dios. Ese fue el problema…porque el buen Jehová presumía de él ante Satán. “Has reparado ante mi siervo Job… íntegro, recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. Satán comenta que la actitud de Job no tiene méritos, puesto que cualquiera con su buena fortuna sería igual. “¿Por qué iba de rebelarse contra Dios que le había dado todo aquello?” Y le exhorta a que se lo quite, para ver cómo reacciona”. Entiéndase, que la mala suerte de este pobre hombre, fue causada por decirlo así, por una simple apuesta. Un poco cruel. Demasiado cruel… Como dice Díaz-Plaja, “para nuestra alegría, ante todas las desgracias que sufrió Job, enfermedades, muertes de todos sus hijos, pérdida de sus bienes… mantuvo una completa e inalterable paciencia. Y a pesar de que se lamenta de sus desgracias, nunca reniega del amor de Jehová, quien al final, le recompensa con salud, más hijos y prosperidad nuevamente”. Claro, pero en lo que el hacha fue y vino, Job pasó años de desgracias sencillamente siendo el objeto de un “experimento divino”, para probar hasta dónde resistía su paciencia.

Herencias


Soy nieta de un orador, el mejor de su tiempo, por allá por los años treintas. Mi abuelo, era funcionario público y sus labores se las tomaba con seriedad y honorabilidad. Según los testimonios de aquella época, cuando Alberto Font-Bernard se dirigía el público, exudaba dignidad y altivez y encendía las conciencias de las gentes. Era un hombre que devoraba libros y pintaba letras, muchas de sus cartas las conservo como tesoros invaluables. Murió el 9 de enero del 1944 y para la medicina convencional, su diagnóstico fue neumonía, pero para los que lo conocieron en su justa esencia, entendieron que murió titiritando de melancolía. Su legado, aún permanece vivo en muchos libros que retratan la época, su nombre se erige en una calle del sector Los Prados y más que nada el hilo genético que une a su descendencia, se engrosa con algunos de sus nietos. La herencia de libros, letras y sueños toma vigencia. Su hijo, mi padre, era un hombre con más alma que cuerpo; político, historiador e intelectual. Se auto creó una cruzada personal para mejorar la nación y cada día entre recuerdos y anhelos buscaba la fórmula correcta, para que el país, nuestro país, tuviera una mejor sociedad. No entendía que ésto es una labor de todos y que sobre sus hombros no podía pretender llevar sólo la carga. Esos deseos nacionalistas los heredó de su padre y a la vez, me los traspasó desde pequeña. Tomaba mis manos y me ayudaba a trazar vocales y consonantes, con el anhelo de que con el paso del tiempo, me convirtiera en escritora y por medio de mi tinta, retratara la realidad en la que vivimos los dominicanos. Pero antes, decía, "debes saber escribir quién eres, de dónde vienes y hacia dónde vas y para ello, la herencia que llevas en la sangre te asistirá. Esa misma herencia, es la que trato de transmitir a cuenta gotas, a mi hijo de siete años, para que desde pequeño haga honor de su ascendencia. Todos los seres humanos debemos reconocer sus raíces, su árbol genealógico que nos va indicando muchas veces por qué ocurren ciertos acontecimientos de nuestras vidas o por qué actuamos de cierta forma ante determinadas circunstancias. En la genética y la herencia tenemos muchas respuestas. Por eso hoy soy periodista de profesión y escritora de corazón.
Mi madre, una mujer comprensiva y tolerante, bondadosa y honorable, me enseñó la importancia de la dignidad y el valor de la voluntad. A fuerza de tesón, cada día aprendo un poco más el sutil oficio de vivir y a desenvolverme en el peculiar mundo de mortales.
Soy hija en fin, de dos personas diferentes entre sí, pero con el mutuo sentimiento de amor hacia mi.
Cuando yo nací, una calurosa tarde del sábado 22 de julio, mis padres, Ramón Alberto Font-Bernard y Olga María Núñez de Font-Bernard, ya no se amaban, por eso durante un largo tiempo de vida, pensé que había sido un accidente del destino. Hoy, después de muchas “causas y azares”, puedo decir, que soy la última gota de amor que les quedaba y que conforme han pasado mis tres décadas, me he convertido en su razón, procuro mantener mis pasos firmes y a la vez lo suficientemente flexibles como si fuesen un campo de trigo, cediendo ante el viento y no rompiendo su tronco como el roble.
Me llamo Karyna Font-Bernard Núñez, soy hija, madre y amiga, ciudadana de mi propio mundo. Esta es la herencia de la familia, desde allí partimos, por eso somos quiénes somos y vamos armados de tinta y papel traspasando el futuro.