viernes, 21 de diciembre de 2012

En puntillas


Para Gabriel.
Sí. La vida es así. Como una moneda que lanzan y gira y gira dejando ver sus dos caras. Como la Luna, que cuando es llena es brillante y avasalladora y, cuando es nueva, fría y oculta…sin embargo siempre está allí la veamos o no, inspire versos enamorados o suspiros acongojados.

Con los inevitables tropiezos vas levantando lentamente las plantas de los pies, porque el dolor, las decepciones, los engaños, las traiciones van limitando tus pasos y llega el tiempo en el que solo en puntillas puedes avanzar a duras pruebas. Llevas un saco de pasado sobre tus hombros y pesa tanto como si fueran las piedras de Stonehenge. La confianza ya es una leve ilusión a la que aspiras pero, no te alcanzan las fuerzas para asirte a ella, y prefieres encerrarte en esa cómoda y espaciosa armadura de cristal. En ella, nada puede pasar ni traspasar y estás a salvo de todo, inclusive de la propia vida.

Sí. Pasan los días, los meses y los años. Porque la vida es así, te estropean el corazón, te lo dejan hecho añicos. Te zarandean, te suben y te bajan, te ofrecen la mano y la retiran cuando más la necesitas. Te entregas y te dejan. Te emocionas, haces planes y antes de concretarlos viene un tsunami y los destruye. Entonces te quedas desprovisto de recursos para salir del lodazal, ni siquiera entiendes qué pasó y por qué pasó. Te preguntas si ha sido tu culpa, pero la respuesta nunca llega. Estás tan obnubilado caminando en puntillas, que no entiendes que nunca pudo ser tu culpa, pasó porque sí, porque la vida es así. Porque ves solo esa cara de la moneda que no para de girar y girar, la cara de su oscuridad. Y te cuidas de no ver su lado de luz y esperanza, porque te molesta el resplandor. Has estado encerrado durante tanto tiempo en la penumbra, que un solo atisbo de claridad hace que tu retina sienta la amarga incertidumbre que amerita salir del caparazón que te has puesto como vestido de gala.

Sigues caminando de puntillas y ni siquiera te detienes a ver hacia los lados durante el trayecto. No te percatas de los rostros que te sonríen, de los abrazos que desean apretar tu pecho, del olor a confianza, paz y plenitud que te siguen como perritos falderos, para que los mimes y los hagas tuyos. No quieres entender que es tiempo de que te eches a descansar, de que pongas las plantas de tus pies en el suelo por mucho que duela el miedo y que simplemente vivas la cara oculta de tu propia moneda. Ya has pasado suficiente. Toca a tu puerta ese nuevo ciclo hermoso y divino que mereces saborear, porque es dulce y es verdadero. Solo tienes que abrirle, es todo.

Atrapa la moneda, que no gire más. Deja que te muestre su aroma embriagador. Olvida el saco del pasado. Deja de medir con la misma vara a los que acaban de llegar, porque nunca serán los mismos que estuvieron. Sal de la armadura de cristal para que empieces a vivir...de nuevo. Y, lo más importante, nunca, nunca, nunca dejes de creer que lo mejor está por venir y, que probablemente, ya llegó y no te has dado cuenta.

Recuerda lo que dice Benavente: "A veces descienden del cielo hilos tejidos como con luz de Luna y Sol, los hilos del amor. Y te recuerdan que no todo es farsa en la farsa, que hay algo eterno, que es verdadero y que no acaba cuando la farsa acaba. Eso es el amor".

No te cuides del amor, porque si es verdadero, te garantizo, te ratifico que habrá una voz en tu interior que te alentará y te dirá que ya no te tienes que cuidar del desamor.

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