martes, 10 de abril de 2012

Viniste a liberar


Lo hiciste por mí.
No te importó cómo soy ni cuáles son mis creencias.
Recorriste ese camino, tortuoso y humillante, por mí.
Sufriste los peores agravios y todas las desconsideraciones que un ser humano le puede hacer a otro ser.
Sin embargo, seguiste por mí hasta tu trágico destino.
En vez de reaccionar con altivez y arrogancia con todos los que se reían de ti, bajaste la mirada y te compadeciste de ellos, porque pensabas en mí.
Fuiste más grande que tus circunstancias, porque sabías que serías más grande que la humanidad.
Traspasaste todos los umbrales del dolor, soportaste que tu cuerpo desgarrado ya, se apagara poco a poco.
Porque sabías que tenías que hacerlo por mí, para que hoy yo estuviera aquí.
Tantos años han pasado, y el resultado es que cada vez se “festeja” más tu muerte.
Tú sabías que eso iba a pasar, sin embargo, seguiste directo hacia el lugar en donde el mundo cambiaría de curso y empezaría una nueva historia. Pero una historia que inició con tu sangre derramada por tu inmenso sacrificio.
No hay nadie capaz de soportar el desprecio, la maldad, la crueldad y la injusticia como lo hiciste tú.
Buscabas en “aquellos tiempos” dar un ejemplo de dignidad y amor. Pero es que aquellos tiempos y estos son los mismos, solo unos pocos entendieron tu propósito, solo unos pocos lo entienden verdaderamente hoy.
No viniste a separar con diferentes formas de fe y creencias. No viniste a condenar con mandatos ridículos. Tu mensaje fue simple y poderoso, vibrar en amor y por amor. Viniste a liberar.
Pero se nos ha hecho tan difícil y nos diluimos en discusiones estériles y datos nimios que no desmeritan tu origen ni tu fin ni tu comienzo.
Viniste a decirme que estás aquí y que estás en cada corazón humano, aún en aquellos que te niegan y en los que aún te esperan.
Moriste por mí y por eso volviste a la vida, para que entendiera que hay muchas vidas en una persona hasta el final de su aprendizaje, cuando termina un ciclo e inicia el siguiente.
Lo hiciste por mí.

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