martes, 14 de diciembre de 2010

El árbol de Manuel


El examen cuatrimestral de Cívica de Manuel consistía en redactar un documento con anécdotas de su familia, en una especie de árbol genealógico. Manuel, me informó sobre el documento en cuestión, dos días antes de su entrega. Se le había olvidado en medio de los estudios para los exámenes de Sociales y de Naturales y, claro, jugar un poco mucho con el XBox. No importa, manos a la obra. Decidimos hacer esta encomienda primero que todo lo demás. Se sentó derechito en mi escritorio, encendió la laptop y empezó a escribir. Para mi sorpresa, tenía el esquema mental de lo que quería decir y lo dijo en una forma coherente, demasiado para sus nueve años. Al cabo de una hora, un “maaaaaaaaa” con su apropiada entonación, me indicó que había terminado. “Ven, corrígeme”, me dijo, y, luego de quitar algunas v por b y s por c y de agregar la h donde brillaba por su ausencia, el documento estaba listo. Me asombró ver a Manuel escribiendo con entusiasmo sobre su familia. Quién sabe, quizás cuando crezca, podría ser un destacado escritor como su bisabuelo Alberto Font-Bernard, como su abuelo, Ramón Font-Bernard o como su madre, que al menos lo intenta.
Ahí va...

“Mi familia me encanta. Soy feliz con mi familia, porque todos son educados, inteligentes y cariñosos. Además les gusta ayudar a la gente.
Vivo con mi mamá. Hacemos muchas actividades divertidas, como ver películas, videos de conciertos y cocinamos todos juntos. Me gusta sacar a pasear a mi perrita, Cecilia y abrazar a mi gato, Calamaro. A él, lo rescatamos de la calle cuando era chiquitito. Estaba maltratado y con muchas pulgas, pero ya es un gato grande y lindo.
Mis padres se llaman Karyna Font-Bernard y Luis Manuel Méndez. Mi mami es comunicadora y trabaja en Campo de Texto. Ella me dice que me va a comprar una cámara para que en los eventos, yo tire las fotos. Ella es muy buena conmigo y con toda la gente. Siempre me corrige, a veces no me gusta, pero ella dice que es para que cuando yo sea grande, sea un hombre de bien. Ella me hace todas las comidas que me gustan, especialmente bizcochos, sandwichs y pancakes. Por las mañanas me hace cosquillitas en los brazos y a veces, vamos a dar vueltas en el carro escuchando música. Ella dice que nos gusta la misma música.
Mi papá es corredor de autos de velocidad y ha sido campeón internacional y nacional muchas veces. Si me pasa algo, yo sé que él va a estar conmigo, como cuando le pasó el accidente a mi hermano y se murió. Yo antes iba con él a todas las carreras, a veces con mis amigos.
Mi abuela Olga, la mamá de mi mamá, me quiere mucho y hace muchas cosas por mí. Todos los días hace mi comida y me da la merienda. Ella me quita los castigos y me complace en todo.
Mi abuelo Ramón, fue un hombre muy bueno e inteligente. Todo el mundo lo conocía. Me ayudaba con mis tareas y siempre tenía una sorpresita para mí. Todas las tardes paseábamos, me compraba refresquitos y papitas. Todos los sábados íbamos al supermercado y a Juguetón. El me llevó por primera vez al colegio y, luego, todas las mañanas a partir de ese día me llevaba. Lo extraño mucho, porque él me comprendía y me daba mucho amor. Mi mamá y yo lo recordamos siempre.
Mi mamá me habla mucho de mi bisabuelo, Alberto Font-Bernard. Hay una calle que se llama así, por el. Era orador, político y escritor. Mi abuelo Ramón, se parecía mucho a él y decía que mi mamá, también se parecía a él.
Yo me llamo Manuel Alberto, por mi abuelo y bisabuelo que se llamaban Alberto también. A mí siempre me han gustado los carros, especialmente los Fórmula 1. También me gusta proteger a los animales y jugar Playstation 3 y sacar a pasear a mi perrita Cecilia. Me gusta ver en la televisión Wwe Champions Ring, Big Band Theory y Everybody Loves Raymond. Me encanta la música y fascinaaaaa la banda de Bon Jovi. Por las tardes juego siempre basket ball y fútbol en el colegio San Judas Tadeo. Me gusta mucho mi colegio, porque es muy grande, limpio y religioso”.

Fin. Manuel Alberto Méndez Font-Bernard

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El cine de Raúl


Lo conocí en la Universidad Católica. El era un estudiante ávido de aprender. Siempre corriendo la milla extra, investigando un poco más. Su humor, tan característico y que gracias a los dioses conserva, tocaba antes que él la puerta. De hecho, muchas veces, este humor vestido de un divertido sarcasmo es la chispa de muchas de sus críticas. Por Raúl Miranda nació mi interés hacia el cine, pero no el cine socialité, ese de comprar la taquilla, las palomitas y al terminar la película decir me gustó, no me gustó. El cine de Raúl es el crítico. Cuando el grupito de comunicación social iba al cine como turba, mirando hacia atrás para saber quién llegaba o hacia delante, para saber quién ya estaba, Raúl tenía los ojos clavados en la pantalla y a la salida, me decía todo lo que no “pude” ver. El sonido, la dirección fotográfica, la secuencia de las escenas, las expresiones y diálogos de los actores y solo luego de este exacerbado análisis sentenciaba cual Salomón: me gusta o no me gusta. Esa semilla de crítico fue sembrada en mi subconsciente y por eso, ninguna película, serie, documental o comercial se escapa a ese ojo crítico medio miope que tengo. Y por eso hoy me regalo colocar en mi blog una de sus críticas. Gracias a Raúl, mi amigo de siempre.

"Eat Pray Love tiene todo lo necesario para ser una excelente película: la envolvente sonrisa de Julia Roberts, el magnetismo de Javier Bardem y la delicia del “bello farniente” italiano… sin embargo, fracasa miserablemente en el intento.
A propósito de Italia, cuentan que un arquitecto italiano encontró una lámpara mágica y el genio le concedió un deseo. El hombre pidió un puente de Roma a Sicilia y el genio de inmediato le dijo que era imposible, que pidiera otra cosa. – Entonces, quiero poder entender a las mujeres, dijo el arquitecto. El genio perplejo respondió: El puente ¿lo quieres de dos carriles o cuatro?
Dicho esto, y a sabiendas de que en breve me llamarán cretino, imbécil y no sé cuantos calificativos más, debo subrayar que el film está basado en un libro escrito por una mujer (Elizabeth Gilbert.) Es decir, que haya resultado incomprensible desde el punto de vista de un hombre no ha de extrañar a nadie.
Pero más que incomprensible, la palabra es incongruente… es que nada me cuadra. Liz (Roberts) está casada con Stephen (Billy Crudup) un desgraciado mujeriego, alcohólico, que abusa física y sicológicamente de ella (no, mentira, esa es una adaptación que acabo de hacerle al guión para darle un poco de sentido) En fin, Liz es infeliz, se casó muy joven (mínimo a los 40 años) y no sabe lo que quiere. Le rezó a Dios y a los cinco minutos ya lo había resuelto. El divorcio fue su solución.
¡Qué vaina! y Stephen que me caía de lo más bien, se veía un tipo chévere, y queda evidenciado al final de la película, pero esa es otra cosa. Además, genuinamente estaba enamorado de Liz. Bueno, pero no todas las historias tienen un final feliz, ¿verdad? Y menos si dependen del siniestro cerebro femenino (más maldiciones). Si ustedes supieran lo buena gente que soy. Hay Dios, perdónalas.
Pues bien, mi admirado Stephen aún no ha firmado el divorcio y ya la infeliz y desdichada Liz entabla una candente relación con David (James Franco), pero al poco tiempo se siente igual de desgraciada, así que decide tomarse un año sabático viajando por Italia, India e Indonesia, dejando todo atrás, marido, novio, amigos…
Los 10 minutos de Italia son interesantes, visualmente es difícil no entretenerse viendo la variedad de la cocina italiana y las botellas descorchadas de vino tinto. Honestamente, me dio hambre y más aún cuando comienza la letanía en India e Indonesia.
Ya ha pasado hora y media y comienzo a rezar para que acabe pronto este martirio, entonces llega Felipe (Bardem) como Robin Hood, a salvar a los pobres.
Agonizante, con hambre y encomendado al Señor pude ver los últimos 35 minutos de la cinta y hasta una lagrimita dejé escapar, qué puedo decir, el malvado de Javier me conmovió con otra brillante actuación, por eso sigo amando el cine, a pesar de las pruebas que nos pone Hollywood". Raúl Miranda.

martes, 5 de octubre de 2010

Una vela en el viento


“Y me parece que viviste tu vida como una vela en el viento, sin saber a quién aferrarse cuando la lluvia empieza”. Dice una de las estrofas de la canción Candle in the Wind de Elton John, dedicada a Marilyn Monroe, uno de los mayores símbolos sexuales de todos los tiempos. Sensual, de piel nívea, cabellos dorados y labios siempre rojos, Monroe derretía a hombres en todos los rincones del planeta y dictaba la moda que toda mujer imitaba. Uno quiere suponer que esta estrella de Hollywood vivió feliz y colorín colorado, el cuento ha terminado. Era casi impensable que semejante mujer un día decidiese terminar con su vida, sin embargo así lo hizo en la madrugada del 5 de agosto de 1962. Con su muerte, miles de conjeturas se trenzaron, una de ellas, un complot orquestado directamente desde la Casa Blanca, pero no, aunque queramos pensar que su deceso fue producto del drama de los celos y evidencias, en realidad y la realidad es que Marilyn Monroe se suicidó porque nunca fue feliz. Tenía fama, dinero, lujos, joyas... pero según un diario de la actriz, que recientemente y por primera vez sale a la luz pública, Marilyn buscaba simplemente el amor y nunca lo encontró. Para los que pensaban que su cabeza era un pedestal hueco en donde solo había cabida para sus cabellos rubios, hoy sabemos que ella era una persona sensible, aficionada a la lectura, que escribía poemas y como según la describieron los que la conocieron a fondo, era una persona que pensaba demasiado, amaba demasiado y sentía demasiado.
Todo el interior de esta mujer aparentemente conocida y a la vez, tan poco conocida, se devela en el libro "Fragmentos" que publica la editorial Seix Barral y que contiene poemas, anotaciones, lecturas y cartas de Norma Jeane, la chica que quiso ser estrella para brillar y que llegó a brillar tanto, que su propio brilló la calcinó. En estos fragmentos vemos que Marilyn era una apasionada del conocimiento, que estudiaba en las noches literatura y que se emocionaba al leer a Walt Whitman, James Joyce, Samuel Beckett, Gustav Flaubert, Jack Kerouac, Fiodor Dostoievski y John Steinbeck.
A pesar de estar rodeada de tantas personas, ella se sentía sola y esa soledad es de las peores, porque es la que se cuela por entre los huesos, quita el sueño y las fuerzas, y, de repente, se pierde el rumbo y no se encuentra el sentido de vivir. Eso pasó con Marilyn Monroe el día en que ingirió un frasco de Nembutal.Décadas después reivindicamos a Marilyn, no era la tonta chica rubia que hacía de los diamantes sus mejores amigos. Era una mujer con 36 años que nunca había sido feliz, alegre sí, pero feliz jamás y que deseaba más que nada, sentirse amada.
Tu vela se apagó antes de tiempo, tu leyenda nunca morirá”, canta Elton John.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Las tres páginas



Estudié periodismo, luego de un intento fallido en la escuela de derecho. Desde los ocho años escribía cuentos y me enamoraba de escritores famosos, algunos de ellos, otros, no tanto, pero igualmente adorables para mi (no pretendo mencionar nombres, eso es otro post)y, por ende, la profesión que se ajustaba a mi calzado era el oficio de periodista. Mucho antes de graduarme, ya mis artículos circulaban. Lo confieso, mentí. Estaba en el segundo semestre cuando Juan Acosta, director de la revista Sucesos, que mostraba explícitamente crímenes atroces, por lo regular de índole pasional, me preguntó que cuándo me había graduado de periodismo, dije escuetamente, en seis meses termino y listo, escribía los artículos de cultura de la revista, así que entre las matanzas y desmembramientos, yo hablaba de la Revolución Francesa y de Pachelbel. Poco tiempo después, empecé a trabajar en la sección La Vida de Listín Diario, con Carmenchu Brusiloff. Fue la temporada que denominé como “la real escuela inicial de mi carrera”, conocí a talentosos periodistas, aprendí la importancia de la disciplina, me dejé guiar por la profesionalidad de Doña Carmechu y el resultado fue positivo, no sólo escribía para La Vida, también pedían mis colaboraciones de otras secciones, llegué a hacerle una controvertida entrevista al Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, publicada con una edición “sutil”, especialmente en las partes en las que su santidad hacía énfasis en su oposición al control de natalidad y decía sonriente cómo los hijos son regalos divinos, precisamente aquellos que nacen en los pueblos más pobres y con una escasa esperanza de vida, mucho menos educación. Para mi deleite, entrevisté a J.J. Benítez por la puesta en circulación de uno de sus Caballos de Troya en el país. Fui definiendo mi rumbo, me gustaban las entrevistas de fondo, me impuse a no usar grabadora, para prestar más atención a mis interrogados. También me encantaba hacer reportajes de temas sociales y médicos, tanto así, que por un largo tiempo abordé los mismos en las portadas de La Vida. Luego de “la real escuela inicial de mi carrera”, me fui hacia la San Martín y, por muchos años trabajé en el Hoy, con Aurora Martínez, Claudio Acosta, Marien Capitán y mi inolvidable Nelson Marrero, entre otros excelentes colegas. Escribía, escribía, escribía… nunca pensé que dejaría de hacerlo, pero como dicen, no pasa, hasta que te pasa, y, pasó. Cuando mi padre sufrió un derrame cerebral y falleció en el 2006, simplemente dejé de escribir. Fue como si mis manos se hubiesen quedado vacías. Permanecía horas frente al monitor sin que surgiera nada. Tenía muchas ideas, pero no sabía cómo hilvanarlas. Estaba en estado de shock. Seguí durante dos años más con Comentarios Sabatinos, el programa de televisión que producía y conducía y luego, cuando llegó la temible crisis de recortes publicitarios, simplemente cerré el espacio, lo tomé como un gesto de desapego, uno más en mi vida. Le dije good bye a los medios de comunicación. Seguía sin escribir. Ya no insistía. Estaba inmersa en las relaciones públicas corporativas y pensé que los años de escritora habían terminado para mí. Pero el escritor, ya sea conocido o no, exitoso o no, periodista o no, se lleva por dentro, es un órgano más del cuerpo, uno de los que no se puede remover, por eso me di cuenta de que sí, soy escritora a pesar de que no escribo. Me di cuenta de que padecía un caso severo de bloqueo, el monstruo llamado writer's block, una condición asociada a los escritores que hace que pierdan la habilidad de producir obras nuevas. Puede ir variando en intensidad, puede ser una dificultad trivial y temporal por una tarea específica o puede irse al extremo, en el que algunos escritores se han vistos imposibilitados de escribir por años y han abandonado su profesión.
Hoy, una tarde cualquiera, 20 de septiembre de 2010 decidí que podía hacerlo, sí, un post a la vez. Bueno, demos un paso hacia atrás, antes de que fuera una tarde cualquiera, resulta que buscando mails, me encontré con uno, en el que Ginny Taule me daba algunos tips para superar mi condición. Me decía que escribiera diariamente tres páginas todas las mañanas de cualquier cosa, como por ejemplo, "no tengo ganas de levantarme todavía pero tengo una reunión a las ocho, qué pereza! Para colmo no podré venir a comer a casa porque debo pasar por la lavandería y por... pero qué le pasa al perro del vecino que no deja de ladrar?"... etc. Es una técnica que recomienda Julia Cameron en su libro "The Artist Way". Leo la columna de Ginny en Estilos y me parece fantástica, por su forma creativa y fresca de decir lo que piensa. Claro que tendría que llevarme de una persona como ella, entonces heme aquí, escribiendo mis primeras tres páginas. Y como dice Oscar Wilde, “no existen más que dos reglas para escribir: tener que decir algo y decirlo”. Yo tenía que decir: Sí, soy Karyna y padezco de writer´s block, siéntense, no necesitan decir hola ni aplaudir, pero espero que me brinden donas glaseadas de Krispy Kreme.

lunes, 14 de junio de 2010

Pasar páginas



Hoy finalmente mis manos perdieron la fuerza.
Mis palabras perdieron su sonido.
Me rendí en espacio y tiempo.
Espero lo que venga en silencio.
No me interesa decir las ”verdades” o tener las “razones”.
Al final de la historia o a la mitad…las páginas siempre se quedan solas.
Ni siquiera soy parte de este cuento, que algún día terminará en otra tierra y con la luz de otra luna.
Ellos se pertenecen entre ellos. Ellos entienden su lenguaje tácito.
Yo me escabullí como el parche, pero mal pegado.
Lo que queda es el mientras tanto.
Solo espero a que sople mi viento.
Vivo pasándo la página, que vuelve a mi para recordáme que siempre termina sola.

miércoles, 26 de mayo de 2010

El tiempo de todo


Por supuesto. Esto solo es una reflexión y no el desglose de una reflexión.
Eres un gran escritor y mereces los laureles de todos los laureles. Espero que llegue el día en el que esa enorme capacidad que tienes - que Dios, la tierra, la herencia o algún destilado te dio-, sea de dominio público. Eres un gran escritor.
Todos los que te leen, dejan comentarios de felicitaciones y emoción. Todos ellos, están afuera. Yo, reconozco que eres un gran escritor, pero nunca dejo ni un suspiro de comentario. Me siento anónima, lo soy, más que eso, estoy adentro y yo sé, que estás aquí pero no lo estás. Que no soy parte de ti ni formo parte del plan. Que añoras eso, que no tienes y que esperas algún día recuperar. Que pasas el tiempo mirando una imagen en Google y verte, me encoge el corazón, sí, el músculo.
Sé que no será para siempre y que estás, pero no estás. Por eso me afano en guardar mi distancia, no es gélida, es simplemente distancia.
Regresarás al lugar del que quizás no debiste salir. Y yo, seré un recuerdo más, una historia que contar o que callar.
Te enviaré, un día lejano, un mensaje por mail, desde el pueblo que elegí para vivir el hogar, y tú lo leerás y se lo comentarás con ánimo a la persona que esté justo a tu lado.
Serás feliz.
Mientras tanto, estamos en esta casa y en este sueño. Sé muy bien que todo tiene un tiempo

miércoles, 24 de marzo de 2010

Práctica de poesía I

 Lo que sea que estuvo unido, esa noche se rompió.
Los pedazos salieron disparados y desperdigados por todas partes.
Y un sentimiento pegajoso y denso se adueñó del lugar.
Ya nunca sería lo mismo y ellos nunca serian los mismos.
Sin embargo, todo siguió igual.


 Nadie lo creería
Que te conozco.
Me preguntaste eso que no olvidaré.
Hablamos hasta que la noche nos arropó
y tú me diste un beso antes de dormir.
Nadie entendería por qué me miras así.
Hay mucha gente pero sin embargo, tú me sigues mirando así.
Nos comprendemos más allá de la comprensión.
Por eso nunca olvidaré eso que me preguntaste
y que nos unió inevitablemente.


 Ya no necesito de tus letras ni ser única para ti.
No necesito ser el precedente ni el inicio de la era.
Lo que llegué a creer ya es una mentira para mí.
No necesito una sola palabra, mucho menos tus letras.

viernes, 5 de marzo de 2010



No apagarás la vela sobre el pastel hoy.
No habrá pastel.
Y no tendrás que descolgar el teléfono
y así evitar dar gracias por las llamadas de felicitaciones.
Eso te aturdía. No te gustaba ese protocolo.
Yo no buscaré la fórmula mágica para regalarte una sorpresa.
El día transcurrirá,como cualquier otro. Quizás un poco más lento.
Y de hecho, hace frío y el ambiente está sombrío.
En silencio pensaré en ti y no le diré a nadie que te extraño.
Cerraré los ojos y trataré de olvidar, que hoy es tu cumpleaños.

jueves, 18 de febrero de 2010

Dos Mujeres purificadas por el amor


Aún cuando la personalidad más acusada de la escritora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda es de poeta, su relieve como novelista se destacó en un momento dentro de la literatura hispanoamericana del siglo XIX, al publicar su libro “Dos Mujeres” en el 1842, por la índole del asunto y la tendencia feminista de la obra. Nacida en el 1814 y fallecida en el 1873, fue una de las mujeres más sobresalientes de la literatura de su época, aunque en nuestro país no se conozcan a plenitud sus obras. Influida por “Jorge Sand” y la literatura francesa de la hora, la novela de Gómez de Avellaneda produjo un escándalo y fue considerada por algunos como una apología del amor libre. Este revuelo en torno a la autora y la obra dio lugar a la célebre frase de Bretón de los Herreros “Es mucho hombre esta mujer”. Claro, es una frase que no iría a tono con el pensamiento feminista.
El asunto de “Dos Mujeres” esboza la tesis de la supremacía del amor sobre toda clase de preceptos sociales y de convencionalismos. El amor, siempre el amor y lo más grande es el amor. Afirma que la mujer debe ser dueña de su destino y cualquier acto, aún los más reprobados por la moral y la religión quedan purificados y justificados, cuando un gran amor los determina. Ese es el caso de Catalina en la novela "Dos Mujeres".
La autora nos presenta un matrimonio bien avenido como dicen, Carlos y Luisa, cuyo porvenir conyugal está supuestamente asegurado por las circunstancias que los unen y los rodean. Pero lo que parecía auténtico en el corazón del hombre no lo era, cosa que comprende perfectamente su esposa. Ella no cree justo exigirle que sacrifique sus verdaderos sentimientos en aras de la opinión familiar y social. Luisa, la esposa,la eterna esposa, considera justo y deber dejar libre a Carlos, quien ha conocido el verdadero amor en Catalina, motivo de su pasión y quien le corresponde ardientemente. Los obstáculos surgen, el círculo en que los dos amantes se ven obligados a vivir en Madrid, es demasiado estrecho e hipócrita por lo que deciden irse a Londres. Hay una posibilidad de arreglar el conflicto y consiste en que Luisa renuncie al amor de Carlos a favor de Catalina y es justamente lo que hace, dando así pruebas de la grandeza de su alma y dignidad. Si no la quieren, no encuentra razón para permanecer junto a quien no la quiere. Pero a esa grandeza corresponde una mayor por parte de Catalina, quien se siente culpable por el “aparente” daño que ha hecho. La novelista deja bien claro que ninguna de estas dos mujeres procede en sus actos movidas por el “que dirán” ni por la presión social, sino por su libre voluntad, impulsada por la nobleza de sus espíritus. Por eso si Luisa se retira ante su rival, Catalina, sensible a todo el problema considera que Carlos por “el bien de la familia” debe regresar a la casa, inclusive ante la negativa de éste. Quiere la felicidad de los esposos, no sabiendo que sin amor de por medio, sería solo un matrimonio convencional pero vacío. De todos modos resuelve suicidarse realizando este hecho de modo que parezca un accidente.
La acción de la novela está vigorosamente sostenida y pese a la escasa verosimilitud de los dos caracteres femeninos, sobre todo el de Catalina, hay en ellos aspectos psicológicos provistos de un sentido humano amplio y profundo. Desde el punto de vista de la historia literaria, “Dos Mujeres” tiene el interés de quebrar la línea romántica de la autora en sus otras novelas de corte poemático, para acercarse a la escuela realista que entonces alboreaba en Francia. Se ha dicho incluso, que en aquella obra Gertrudis Gómez de Avellaneda puso algunas notas autobiográficas, particularmente las que reflejan su voluntario alejamiento de un hombre del que siempre estuvo enamorada. Realmente el tema de la novela no es nada nuevo, pero merece su lectura, ya que la autora sabe inmiscuirse profundamente dentro del alma femenina, algo considerado una proeza por muchos.

sábado, 6 de febrero de 2010

La historia de mis revistas


Desde niña me gustaba coleccionar libros. Prefería esta práctica antes que jugar a las barbies y esto es raro, lo sé. Con el paso del tiempo, he acumulado una modesta biblioteca con renglón especial sólo para las revistas de historia, entre ellas,mi favorita, la española Historia y Vida, creada en el 1968, con sede en Barcelona. Mi papá estaba suscrito y mes por mes, yo esperaba ese día especial en el que llegaba esta revista, desconocida para muchos en el país y que es a mi juicio –humilde por cierto- la más interesante y apegada objetivamente a la historia. El nivel investigativo de su equipo resulta envidiable para cualquier otra revista de su género y por qué no, para cualquier otra revista.
Historia y Vida abarca la época Antigua, Medieval, Moderna y Contemporánea. En cada edición se le dedica un espacio a la historia de España, haciéndole honor de esta forma a su país de origen. Y pregunto ¿por qué no tenemos nosotros una revista así?
Esta revista tiene más de 263,000 lectores y cuenta con una difusión de 60,207 ejemplares, verdaderamente impresionante. Pero aún hay más, recientemente se realizó una encuesta para saber el perfil de sus lectores y con sorpresa, los que esperaban un resultado así como personas mayores de 60 años, jubiladas y con un gato, se equivocan, porque Historia y Vida cuenta con un gran número de jóvenes lectores de Europa en su mayoría,sedientos por conocer el pasado para pisar fuerte el futuro.
En mayo de 2008, para el número de junio(483),se sacó a la venta un especial de 146 páginas para conmemorar el 40 aniversario de la publicación,como hicieron para el 25 aniversario en 1993, para la delicia de sus seguidores, por supuesto quien escribe estas líneas, entre ellos. Y digo, no es que viva en el pasado, es que me gusta la historia.

Con las palabras de Manuel Núñez




Antonio Gala lo llama el imposible olvido,“camino de la luz y de la esperanza”. Imposible el olvido de sus palabras, sus enseñanzas y sus circunstancias.
Camino con la esperanza de encontrar su luz desde donde su esencia se encuentra y mientras tanto, cada día el recuerdo de su imposible olvido levita a mi alrededor. Hoy un sábado particularmente extraño, por mil causas y mil azares encontré en las naves cibernéticas un artículo de Manuel Núñez sobre mi padre y lo reproduzco íntegramente para aquellos, los sospechosos usuales que asistían a las tertulias vespertinas en la casa de la esquina, la de Don Ramón.
Gracias Manuel por tus palabras convertidas en letras.


Era el último testigo de una época que con su desaparición física queda definitivamente sepultada. Leer sus artículos de los sábados en el HOY era una ejercicio al que me libraba con sumo placer. Llegué a convertirme en adicto a esas entregas. Muchas veces, después de leerlos, lo llamaba y le preguntaba por alguna menudencia. Su experiencia de cortesano lo había vuelto profundamente incrédulo. No era fanático de nada. Había probado en carne viva la soberbia y el engreimiento de los que llegan; el ansia de venganza de los doctrinarios.
Tras la muerte de Trujillo, padeció por breve tiempo, el acíbar del exilio en Nueva York. Y, en los gobiernos de los años de democracia; soportó los altibajos y las turbulencias generadas por las intrigas palaciegas, y esto le dio un conocimiento inmenso de la miserable condición humana. Los hombres adoran el poder. Ninguno de los áulicos y abusadores piensa que algún día tendrá que dejarlo. Ya en su casa de nubes, los encumbrados, aplastan al adversario; lo matan de hambre; lo llenan de rencores y resentimientos; se creen todas las leyendas fabricadas por periodistas prostituidos; mancillan la dignidad de los empleados y de los gobernados hasta volverlos sombras. Para sobrevivir en esas rebatiñas, hay que dar prueba de una gran dosis de templanza.
Por haber pasado una y otra vez por ese trago amargo, Font sentía una enorme admiración por el Juan Bosch de 1963.
Aquel que proclamó en Nueva York que no podíamos vivir como la hiena dándole vueltas al odio. Aquel que dijo en su juramentación como Presidente de la República: no deseamos el poder para gobernar con amigos contra enemigos, sino para gobernar con dominicanos para el bien de los dominicanos; no espere nadie el uso del odio mientras estemos gobernando; estamos aquí con la decisión de trabajar, no de odiar. Esa dimensión de Bosch era continuamente venerada en sus artículos y en su tertulia. Y de ella nos dejó extraordinarias estampas.
Podía entenderse sin asperezas con todos los inquilinos del Palacio de la calle Uruguay. Obraba sin prejuicios ni escrúpulos ideológicos. Era un auténtico cortesano; pertenecía a la especie de los salomones, y en ese ejercicio ya nadie le disputaba el cetro. Tenía la cultura política, la pericia de la historia y de los hombres y una inteligencia esclarecedora para desempeñar ese papel, que, le llevó a convertirse en el mediador entre el Gobierno y la oposición, en los tiempos de los 12 años de Balaguer.
En esa misión que cumplió brillantemente se lleva a la tumba, sin embargo, una porción muy importante de la historia: el ocultamiento del profesor Juan Bosch tras el desembarco del coronel Caamaño en la Playa de Caracoles en 1973; su voz, era en aquel punto y hora, un llamado a la prudencia, para que Peña Gómez y Balaguer pudieran entenderse. Una de las lecciones mayores que nos deja de ese período era que la sociedad dominicana no podía vivir en una guerra civil permanente. No podemos vivir en esa guerra a muerte entre "trujillistas" y cívicos, entre demócratas e izquierdistas, entre capitalistas y anticapitalistas. La idea clave de toda su acción pública era que la República Dominicana tenía que reconciliarse; abandonar definitivamente las trincheras del odio. En vista de ello, aun cuando no compartía en absoluto el modelo de sociedad que quería implantar en el país el Partido Comunista Dominicana se ocupó, desde 1974, junto a Polibio Díaz y al Presidente Balaguer para llegar a un entendimiento con los comunistas. Eran muchachos idealistas -decía optimista- que no ponían bombas ni mataban policías ni asaltaban bancos y, por ello, había que abrirles las puertas de la legalidad. Consideraba la promulgación de la ley, refrendada en 1977, como una obra suya.
Muy orteguiano, creía que el hombre no obedecía a ideales abstractos ni a ideologías concluyentes, sino a circunstancias vitales. Los delirios y las ilusiones políticas debían ser suplantados por los tumbos y los remezones que penetran la existencia.
El Joaquín Balaguer 1961, contradijo toda su historia pasada. Desmanteló el Partido Dominicano; asoló sus edificios y sus haberes; maniobró para echar a la familia Trujillo del país; permitió el regreso de todos los exiliados; legalizó los partidos de oposición y obró como un descendiente de Robespierre, con los arrestos de un revolucionario. El eminente Víctor Garrido marcó distancias. Porque creía que Balaguer iba muy deprisa; que se había vuelto loco. Que el país no podía deshacerse de sus mordazas, sin naufragar en la anarquía. La oleada de sangre que se levantó en aquellos días turbulentos pudo arrasar con Balaguer. Traidor, le espetó doña María Martínez. Esos días fueron vividos intensamente por don Ramón; los refería con fruición. Ese tiempo le hizo columbrar el talante del hombre que gobernaría el país por veintidós años.
El amigo tenía una conversación socarrona, muy lejos de su prosa pulquérrima y de las demostraciones de sapiencia que nos daba cada sábado en su columna del HOY. Entre el hombre que hablaba en el mentidero y el que escribía se había establecido un abismo. Sentía una sincera admiración por lo que había sido un pasado ejemplar. Pudo conocer y tratar a Monseñor Nouel, Rafael Damirón, Américo Lugo, Manuel A. Peña Batlle, a Ramón Marrero Aristy. a Jesús de Galíndez y a la generación de nuestros mejores poetas y escritores.
Su abuela partidaria, al parecer de Ulises Heureaux, le transmitió informaciones de las épocas pretéritas. Vivió, luego, en el ámbito familiar las revoluciones de Concho Primo, la ocupación estadounidense y, finalmente, la presencia de Trujillo. Al morir su padre, Alberto Font Bernard, desempeñó funciones de poca monta en la dictadura de las tres décadas. Pero aprendió todo lo que puede a aprenderse en los hombros de los gigantes. De todos los recuerdos que atesoraba, hay uno que había pervivido por más de setenta años en su prodigiosa memoria. Una noche, de principio de los años treinta, llovía a cántaros, por la calle El Conde venía un hombre acompañado de otros hombres con capas esplendorosas. El hombre del centro tenía porte prusiano y repartía a troche y moche dinero a las personas que se acercaban. El niño Ramón Alberto lo vio. Quedó deslumbrado por la figura fantástica, casi mitológica. Nunca pudo desprenderse completamente de esa imagen. Ese recuerdo permanecía vivo, aunque el hombre de la capa y todos sus acompañantes habían muertos. Era Trujillo.
De unas memorias que se hilvanaban cada sábado como cuentas de un abalorio secreto nos quedan retratos de personajes desaparecidos; representaciones de épocas sepultadas; ensayos literarios sobre autores que nunca lo abandonaron: Cervantes, Lorca, Rubén Darío, Hostos, Gómez Carrillo, Salvador Díaz Mirón, Henríquez Ureña... Todas estos artículos, una porción de los cuales fue compendiada por Orlando Inoa en Crónicas Elementales (2000), nos retratan a Font Bernard, al hombre que analiza y estudia; pero también al que recuerda y nos trasunta como testigo excepcional un fragmento de nuestro más inmediato pasado.
Después de haber sido director del Archivo General de la Nación por muchísimos años, había adquirido la facultad de la clarividencia. Su amigo, el presidente Fernández le colocó un despacho de consejero en el Palacio Nacional. Pero intuía que, salvo el propio Presidente, se hallaba junto a hombres de otros tiempos, de otros temperamentos, de otros intereses y que, acaso, ya era un cuerpo extraño. En esa ocasión me describió su circunstancia: le dije al Presidente que sólo cuento con él; que yo era, y eso creo cabalmente, un parche mal pegado.
¿Por qué aceptó, entonces, el cargo en tales condiciones? Al parecer, después de haberle servido al Estado durante tanto tiempo, se creyó con méritos suficientes, para merecer una jubilación. Ni el Gobierno anterior que barajó esa posibilidad ni el actual le concedió la pensión laboral. A sus ochenta y seis años cumplidos, murió con la carga y los sobresaltos del empleado público.
Don Américo fue su último artículo. Volver a Lugo era quizá una autocrítica. Un retorno al puerto original. A Hostos, a Rodó. Presentarlo como una montaña inalcanzable para las generaciones presentes, y saber que la política se alimenta de realidades relativas, fue una de sus mayores convicciones.
En él se actualiza la frase de Barres "la nación es la posesión de un antiguo cementerio". Son las memorias venerandas de Salomé Ureña, de Pedro Henríquez Ureña y de don Américo Lugo, la trilogía de su panteón mental. Se sentía responsable de haber proclamado que se llevase a don Américo al Panteón Nacional. Aquel hombre incorruptible, indoblegable, inhiesto ante los exigencias del poder; aquel franciscano sin lados flacos, representaba el ideal que hubiera querido alcanzar Font Bernard. En vista de ello, había proclamado en varios artículos el mismo credo pesimista, profundamente desengañado "ahora que el país semeja una alcantarilla de inmundicias, y las nuevas generaciones necesitan volver sus caras al pasado, en la búsqueda de fuentes de inspiración y de conducta" deberían inspirarse en el estoicismo de don Américo.
La otra carilla de su pensamiento era el abandono de las antiguas trincheras.
En el Gobierno de los doce años, cuando se hallaba en el círculo del poder, pudo suscribir el testamento de la última elección de Mitterand: "nosotros no somos los buenos ni ellos son los malos, incluso si ellos consideran que nosotros somos los malos y ellos los buenos". El país tiene que unirse para enfrentar males que pueden sepultarlo y para sobrevivir a los grandes desafíos. Adiós, don Ramón, echaremos de menos su buen talante, su ramo de olivo, su socrática sabiduría y sus hallazgos.