lunes, 20 de septiembre de 2010

Las tres páginas



Estudié periodismo, luego de un intento fallido en la escuela de derecho. Desde los ocho años escribía cuentos y me enamoraba de escritores famosos, algunos de ellos, otros, no tanto, pero igualmente adorables para mi (no pretendo mencionar nombres, eso es otro post)y, por ende, la profesión que se ajustaba a mi calzado era el oficio de periodista. Mucho antes de graduarme, ya mis artículos circulaban. Lo confieso, mentí. Estaba en el segundo semestre cuando Juan Acosta, director de la revista Sucesos, que mostraba explícitamente crímenes atroces, por lo regular de índole pasional, me preguntó que cuándo me había graduado de periodismo, dije escuetamente, en seis meses termino y listo, escribía los artículos de cultura de la revista, así que entre las matanzas y desmembramientos, yo hablaba de la Revolución Francesa y de Pachelbel. Poco tiempo después, empecé a trabajar en la sección La Vida de Listín Diario, con Carmenchu Brusiloff. Fue la temporada que denominé como “la real escuela inicial de mi carrera”, conocí a talentosos periodistas, aprendí la importancia de la disciplina, me dejé guiar por la profesionalidad de Doña Carmechu y el resultado fue positivo, no sólo escribía para La Vida, también pedían mis colaboraciones de otras secciones, llegué a hacerle una controvertida entrevista al Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, publicada con una edición “sutil”, especialmente en las partes en las que su santidad hacía énfasis en su oposición al control de natalidad y decía sonriente cómo los hijos son regalos divinos, precisamente aquellos que nacen en los pueblos más pobres y con una escasa esperanza de vida, mucho menos educación. Para mi deleite, entrevisté a J.J. Benítez por la puesta en circulación de uno de sus Caballos de Troya en el país. Fui definiendo mi rumbo, me gustaban las entrevistas de fondo, me impuse a no usar grabadora, para prestar más atención a mis interrogados. También me encantaba hacer reportajes de temas sociales y médicos, tanto así, que por un largo tiempo abordé los mismos en las portadas de La Vida. Luego de “la real escuela inicial de mi carrera”, me fui hacia la San Martín y, por muchos años trabajé en el Hoy, con Aurora Martínez, Claudio Acosta, Marien Capitán y mi inolvidable Nelson Marrero, entre otros excelentes colegas. Escribía, escribía, escribía… nunca pensé que dejaría de hacerlo, pero como dicen, no pasa, hasta que te pasa, y, pasó. Cuando mi padre sufrió un derrame cerebral y falleció en el 2006, simplemente dejé de escribir. Fue como si mis manos se hubiesen quedado vacías. Permanecía horas frente al monitor sin que surgiera nada. Tenía muchas ideas, pero no sabía cómo hilvanarlas. Estaba en estado de shock. Seguí durante dos años más con Comentarios Sabatinos, el programa de televisión que producía y conducía y luego, cuando llegó la temible crisis de recortes publicitarios, simplemente cerré el espacio, lo tomé como un gesto de desapego, uno más en mi vida. Le dije good bye a los medios de comunicación. Seguía sin escribir. Ya no insistía. Estaba inmersa en las relaciones públicas corporativas y pensé que los años de escritora habían terminado para mí. Pero el escritor, ya sea conocido o no, exitoso o no, periodista o no, se lleva por dentro, es un órgano más del cuerpo, uno de los que no se puede remover, por eso me di cuenta de que sí, soy escritora a pesar de que no escribo. Me di cuenta de que padecía un caso severo de bloqueo, el monstruo llamado writer's block, una condición asociada a los escritores que hace que pierdan la habilidad de producir obras nuevas. Puede ir variando en intensidad, puede ser una dificultad trivial y temporal por una tarea específica o puede irse al extremo, en el que algunos escritores se han vistos imposibilitados de escribir por años y han abandonado su profesión.
Hoy, una tarde cualquiera, 20 de septiembre de 2010 decidí que podía hacerlo, sí, un post a la vez. Bueno, demos un paso hacia atrás, antes de que fuera una tarde cualquiera, resulta que buscando mails, me encontré con uno, en el que Ginny Taule me daba algunos tips para superar mi condición. Me decía que escribiera diariamente tres páginas todas las mañanas de cualquier cosa, como por ejemplo, "no tengo ganas de levantarme todavía pero tengo una reunión a las ocho, qué pereza! Para colmo no podré venir a comer a casa porque debo pasar por la lavandería y por... pero qué le pasa al perro del vecino que no deja de ladrar?"... etc. Es una técnica que recomienda Julia Cameron en su libro "The Artist Way". Leo la columna de Ginny en Estilos y me parece fantástica, por su forma creativa y fresca de decir lo que piensa. Claro que tendría que llevarme de una persona como ella, entonces heme aquí, escribiendo mis primeras tres páginas. Y como dice Oscar Wilde, “no existen más que dos reglas para escribir: tener que decir algo y decirlo”. Yo tenía que decir: Sí, soy Karyna y padezco de writer´s block, siéntense, no necesitan decir hola ni aplaudir, pero espero que me brinden donas glaseadas de Krispy Kreme.

1 comentario:

  1. Tanto "Las tres páginas" como "Las manos de mi padre" me parecen textos deliciosos Karyna! Sigue, sigue escribiendo! Estaré muy pendiente de las próximas entradas. Un fuerte abrazo. Ginny
    P.D. Gracias por la mención, me hizo sonreir.

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