martes, 14 de mayo de 2013

Creo, confío y siento



Le dije a mi amigo Edgar en una de nuestras conversaciones infinitas, trascendentales y profundamente espirituales, que sentía que vivía la vida, esta vida, como un surfista subido en su tabla subiendo y bajando olas y tratando de no caerse al mar.
Como siempre, mi querido Edgar tiene una respuesta, serena, concisa y certera. Me dijo: “Solo vibra en armonía. Cada día tienes una nueva oportunidad”. Y es cierto pero…cuando elegimos el camino espiritual, estamos eligiendo un nuevo estilo de vida. No me refiero a vestirse como monjes tibetanos o dejar de escuchar salsa o de no tomar margaritas frozen, porque todo eso es compatible al ejercicio diario de reeducar la mente y sustituir aquellos viejos conceptos sobre la vida, Dios, nuestros propósitos y nuestras circunstancias. Los sustituimos por estos conceptos o realidades que alojamos en el consciente, pero que desde tiempos inmemoriales habitan en el inconsciente de todos. Y nos empezamos a entrenar, lo cual no es algo tan fácil, porque se trata de un autoentrenamiento, lo elijes y solo tú sabes qué estás pensando y proyectando. Eres el alumno preparado al que ya le ha venido al encuentro el maestro que le entrega las herramientas y ahora, debes aprender a usarlas. Es aprender a vivir mientras sigues viviendo, sabiendo y reconociendo que todo, absolutamente todo, se basa en el amor y en vibrar en armonía, estos dos conceptos son el punto de partida.
Mi gran amigo y hermano Edgar ha dedicado interminables horas explicándome los porqués de esto, de aquello y de lo otro, porque de repente, esos porqués, esos aquellos, esos otros, nos guían al mismo punto de partida, el amor y de allí se desprende el perdón, la paz, la serenidad y la fe en ti mismo. Entonces todas las piezas encajan y al fin comprendes. Todo comienza y termina en ti. Cada uno de nosotros somos la presencia Yo Soy conectada con Dios todo el tiempo. Sí, todo el tiempo. Pero ¿cuánto tiempo me ha costado entender que somos creadores de nuestras realidades, que nuestros pensamientos tienen energía que se cristaliza y de ahí la importancia de pensar positivamente? ¿Cuánto tiempo me ha costado entender que no hay por qué preocuparse, porque solo debemos ocuparnos? y ¿Cuánto tiempo me ha costado entender que lo que ha de ser, será, y, que mientras tanto, viva, viva, viva en armonía?
Aún siento que todo esto es estar subida en una tabla de surfing y que cada día tengo que tratar de no caer en las profundas aguas del pesimismo, de la ira, la depresión, el miedo o la frustración. Especialmente viviendo en un mundo en el que el consumismo, los valores invertidos y lo superficial tienen un protagonismo exagerado y en el que el ego es el rey de la fiesta y el apego el príncipe de la historia. El ego y el apego son las dos armas letales en contra de la espiritualidad, de la vida plena, sencilla y pacífica. Cuando nos desprendemos del ego, nos quitamos un gran peso de encima. Cuando no estamos apegados a nada, somos libres.
A pesar de que mi querido Edgar dice que avanzo, sigo sobre mi tabla, sorteando las olas, girando a diestra y siniestra para no caer, manteniendo el enfoque, soltando el pasado, sin expectativas del futuro,  visualizando con armonía y viviendo aquí y ahora.  Lo estoy logrando, porque quiero lograrlo. Porque creo, confío y siento.

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