Le dije a mi amigo Edgar en una
de nuestras conversaciones infinitas, trascendentales y profundamente
espirituales, que sentía que vivía la vida, esta vida, como un surfista subido
en su tabla subiendo y bajando olas y tratando de no caerse al mar.
Como siempre, mi querido Edgar
tiene una respuesta, serena, concisa y certera. Me dijo: “Solo vibra en armonía. Cada día tienes una nueva oportunidad”. Y es
cierto pero…cuando elegimos el camino espiritual, estamos eligiendo un nuevo
estilo de vida. No me refiero a vestirse como monjes tibetanos o dejar de escuchar
salsa o de no tomar margaritas frozen, porque todo eso es compatible al ejercicio
diario de reeducar la mente y sustituir aquellos viejos conceptos sobre la
vida, Dios, nuestros propósitos y nuestras circunstancias. Los sustituimos por
estos conceptos o realidades que alojamos en el consciente, pero que desde
tiempos inmemoriales habitan en el inconsciente de todos. Y nos empezamos a
entrenar, lo cual no es algo tan fácil, porque se trata de un
autoentrenamiento, lo elijes y solo tú sabes qué estás pensando y proyectando. Eres
el alumno preparado al que ya le ha venido al encuentro el maestro que le entrega
las herramientas y ahora, debes aprender a usarlas. Es aprender a vivir
mientras sigues viviendo, sabiendo y reconociendo que todo, absolutamente todo,
se basa en el amor y en vibrar en armonía, estos dos conceptos son el punto de
partida.
Mi gran amigo y hermano Edgar ha dedicado
interminables horas explicándome los porqués de esto, de aquello y de lo otro,
porque de repente, esos porqués, esos aquellos, esos otros, nos guían al mismo
punto de partida, el amor y de allí se desprende el perdón, la paz, la serenidad y
la fe en ti mismo. Entonces todas las piezas encajan y al fin comprendes. Todo comienza
y termina en ti. Cada uno de nosotros somos la presencia Yo Soy conectada con
Dios todo el tiempo. Sí, todo el tiempo. Pero ¿cuánto tiempo me ha costado
entender que somos creadores de nuestras realidades, que nuestros pensamientos
tienen energía que se cristaliza y de ahí la importancia de pensar
positivamente? ¿Cuánto tiempo me ha costado entender que no hay por qué
preocuparse, porque solo debemos ocuparnos? y ¿Cuánto tiempo me ha costado
entender que lo que ha de ser, será, y, que mientras tanto, viva, viva, viva en
armonía?
Aún siento que todo esto es estar subida en
una tabla de surfing y que cada día tengo que tratar de no caer en las profundas
aguas del pesimismo, de la ira, la depresión, el miedo o la frustración. Especialmente viviendo en un mundo en el que el consumismo, los valores invertidos y lo superficial
tienen un protagonismo exagerado y en el que el ego es el rey de la fiesta y el
apego el príncipe de la historia. El ego y el apego son las dos armas letales
en contra de la espiritualidad, de la vida plena, sencilla y pacífica. Cuando nos
desprendemos del ego, nos quitamos un gran peso de encima. Cuando no estamos
apegados a nada, somos libres.
A pesar de que mi querido Edgar
dice que avanzo, sigo sobre mi tabla, sorteando las olas, girando a diestra y
siniestra para no caer, manteniendo el enfoque, soltando el pasado, sin
expectativas del futuro, visualizando con armonía y viviendo aquí y ahora. Lo estoy logrando, porque quiero lograrlo. Porque
creo, confío y siento.