viernes, 26 de abril de 2013

Dios



Desde que tengo uso de razón, entré en conflicto con las religiones, los dogmas y todas aquellas creencias que colocan al ser humano en una especie de corral lleno de ovejas que son dirigidas por un pastor. Me consideraba extraña y, lo que es peor, me consideraban extraña. Mi madre sufría, mi padre entendía. Pero no fue fácil crecer con interrogantes, dudas y en rotundo desacuerdo con ciertas cuestiones, especialmente cuando estudias en un colegio católico y extremadamente social. Con el tiempo, los años, la madurez y la búsqueda de mi Yo Superior, logré aceptarme primero, luego, aprendí a ser feliz de ser quien soy y de creer en lo que creo sobre Dios y de haber descartado tantas palabrerías e ideas absurdas de lo que "debe" ser Dios, ese de la barba blanca, el de las duras pruebas e incongruentes castigos. Sí, el mismo que escribió Su palabra en un libro al que NUNCA se debe cuestionar, porque TODO, exactamente TODO lo que allí está escrito es Su Palabra y, demás está decir, que Su Palabra es exacta. Bueno...
Me propuse no hablar de esos temas con nadie y respetar las creencias de cada cual, porque así debe ser. Pero también me propuse seguir buscando mi camino espiritual, como libre pensadora y puedo decir que encajo bastante bien en ese sendero, que me parece iluminado, pacífico y lleno de amor. Después de todo, se trata de amor y por amor estamos aquí.
Hace poco encontré un texto de Baruch Spinoza, uno de los grandes pensadores de la Historia y al leerlo, me sobrecogió. Spinoza (1663-1677), nacido en Amsterdam, hijo de emigrantes judíos portugueses fue perseguido e incomprendido. Reacción típica de nosotros, los seres humanos, cuando encontramos a uno de nuestra especie, que no está de acuerdo con nuestros pareceres, que se sale del corral y busca la verdad, al menos su verdad. Spinoza pronto destacó como libre pensador y eso le causó innumerables problemas, no sólo dentro de esa clase patricia neerlandesa a la que pertenecía, sino de todas la Iglesias del momento, así como de muchos filósofos.
Para Spinoza este es Dios:

"Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida. Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti. ¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa! Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti. Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador o que tu sexualidad fuera algo malo. El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer. Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito… ¡No me encontrarás en ningún libro! Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo? Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te critico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo Soy puro amor. Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias… de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad? ¿Qué clase de dios puede hacer eso? Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en ti. Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para tí. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía. Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas. Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro. Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno. No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo, vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir. Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di.
Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó?… ¿Te divertiste?… ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿
Qué aprendiste? Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar.
Deja de alabarme, ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy?
Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?… ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.
Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones? No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy, latiendo en ti.”
Cada vez que leo esto, me invade una paz inmensa y me siento más cerca de Dios, que vive dentro de mí, así como también de ti.
 

 

 


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