Pensamos que podría pasar, pero no creemos que nos vaya a
pasar. Aunque inclusive, al compañero de
trabajo que se sienta justo al lado, le pase, aún así, pensamos que no nos pasará…hasta que pasa.
Pasa que el cuerpo es perfecto, es una maravilla. Todo funciona
bien, cada órgano, cada célula, cada tejido juntos conforman una armoniosa canción, cuando todo está en equilibrio. Igualmente
cuando algo falla, cuando no estamos en nuestro centro, ese órgano, esa célula, ese tejido, ese cuerpo empieza a emitir
sutiles señales, las que usualmente ignoramos, porque nos creemos inmunes a
todo. Como si fuésemos máquinas de trabajo y no seres humanos. Esas señales van incrementándose y, nosotros, a la vez, vamos
incrementando la ignorancia hacia ellas. No importa que de repente no
conciliemos el sueño, perdamos el apetito o que la piel se enrojezca. No, aún
así, no pasa nada, porque estamos por encima de eso y tenemos tantos pendientes,
que no damos abasto. Y todo tenemos que resolverlo para ayer y la vorágine continua y venga más trabajo, podemos con todo. Somos mega poderosos.
Hasta que pasa. Pasa que un día cualquiera, a una hora cualquiera nos
desplomamos, colapsamos y todo lo que tenemos pendiente, lo que se debe hacer o
entregar o implementar, todo se queda en la lista forzosa de espera, porque simplemente
nosotros no dimos abasto y el cuerpo ya no respondió. Simple.
Pasa que eso pasa. Falta de coherencia, mareos, dolores de
cabeza, piel enrojecida y falta de visión, inmovilidad. Llegamos a donde nunca debimos de
llegar. Nos derrumbamos. Colapsamos. No somos mega poderosos, somos seres que luchan para sobrevivir, que trabajan como máquinas, pero que no lo son, no lo fueron, no lo serán.
Como si fuera una película, vemos todas las escenas, las buenas, las malas, las regulares, hasta los trailers. Vemos nuestra vida pasada y presente, y lo que antes era el gran problema, ahora nos parece una
nimiedad. Vemos a todas nuestras personas amadas y nos asustamos, porque nos
necesitan, no podemos dejarlas solas, tenemos que vivir. Es que primero es vivir y siempre terminamos olvidándolo.
Nos vemos acostados en una clínica, preguntándonos por qué llegamos hasta ese
nivel. Pero si lo sabemos bien, resulta que llevamos el cuerpo y la mente a su extremo. Los afanes, los teneres, los quereres, todo es nada en esos momentos, porque
solo necesitamos estar bien, ni siquiera por nosotros mismos, sino por aquellas
personas que dependen de nosotros. Nos horroriza lo que pudo haber pasado, pero al parecer solo así tomamos conciencia del valor de la vida y de la importancia de los
límites. Entendemos la insoportable levedad del ser, como dijo Milán Kundera. No somos superdotados. Solo somos humanos.
Reflexionamos sobre todo y todos. Pedimos una oportunidad de
vida, porque ahora lo haremos diferente. Queremos seguir en este plano, aún nos
falta mucho qué hacer y aún tenemos personas que cuentan con nosotros. No, es tiempo de parar y oler un par de flores, si son tulipanes mejor.
Cuando antes nos decían que el estrés era un enemigo silente,
nunca le creímos, hasta que pasó. Y cuando pasa, entendemos que no solo es silente, sino también, poderoso.
Pasa que de ahora en adelante, las cosas las ponemos en orden,
todo tiene un tiempo y el tiempo lo es todo. Pasa que entendemos la importancia
de hacer pequeñas cosas que nos hacen felices, que de vez en cuando podemos mirar
hacia arriba y disfrutar de una Luna llena, o sumergir los pies en la
arena y contemplar un mar azulísimo, o deleitarnos con la risa de los
hijos, disfrutar del cariño de una madre y refugiarnos en los brazos de los amigos. Dejar la mente en blanco y ver esa película con Anthony Hopkins y Helen Mirren o escuchar a "I´m a fool to love you" de Billie Holiday.
Pasa que empiezas a darte cuenta que ser excelente en el
trabajo, excelente empresaria, excelente buscando más trabajo y excelente
buscando más clientes, solo hace que pierdas momentos irrepetibles con los que amas y contigo misma. No hay nada de malo en la excelencia, el problema es cuando la convertimos en el centro de todo. Pasa que hay tiempo para trabajar, pero lo más
importante es el tiempo para vivir.
Que lo que más vale en la vida es gratis, que no
necesitas estar a la moda, tener la mejor casa, el carro más moderno o estar en
el lugar favorito de la creme de la creme de la sociedad. No. Pasa que sahora solo queremos llegar a nuestro
hogar, que tiene ese inconfundible olor a hogar, porque es nuestro hogar.
Solo queremos abrazar a nuestro hijo y verlo hacer su tarea. Solo queremos dejarnos mimar por nuestra madre y disfrutar de esa sopa clara y con trozos de zanahoria y papas. Solo queremos
compartir una linda conversación con nuestros amigos. Solo queremos seguir esperando por el amor. Pasa que entendemos que
ese es el secreto escondido de la felicidad, lo demás, es solo lo demás.
Pasa que las lecciones se aprenden de manera abrupta a veces, pero después quedan tatuadas en la memoria de esta vida y las que siguen después.
Pasa.