martes, 30 de abril de 2013

Frases


“No toda distancia es ausencia y no todo silencio es olvido”, dice Mario Sarmiento. Sin embargo, la distancia siempre se siente fuerte, tanto, como para llamarla ausencia y el silencio…el silencio duele más que el mismo olvido.
Frases, solo frases que nacen para amortiguar la verdad y mecer los sentimientos hasta adormecerlos. Frases, que nacen para estamparlas en esas graciosas y a veces ridículas tarjetas que algunos osan comprar. Frases, que lamen la herida con esmero pero no laogran curarla. Frases, que tan solo orbitan alrededor de la realidad y, la realidad suele ser muy distante a esa linda y encantadora y motivadora y armoniosa frase.
Y mientras las lees, te aseguro que aprietas el alma y cierras los ojos, para no sentir y para no ver. Aún así, lloras porque... qué más puedes hacer. Esto es lo que te toca ahora y no hay una frase que destiña ese dolor que llevas a cuestas. Puedes leer y releer a Benedetti, Neruda, Saramago o Cortázar. Bueno, aún leas a Coelho también, que en esto, no se puede quedar afuera. Sigues sintiendo que tu luz proyecta la sombra que vives en tu mente y que esperas superar eventualmente y, eso, lo sabes,  solo lo vas a lograr a puro llanto, catarsis y entereza. Vendrá como por inercia, la posterior resignación y aceptación. Hasta que tu cruz se empequeñezca uno de esos días, y de repente, sin siquiera darte cuenta, los recuerdos ya no te golpeen la cara y puedas leer esas consabidas frases, sin que te provoquen ni una minúscula cosquilla en el dedo gordo de uno de tus pies. Estarás a salvo nuevamente. 
Te reirás, subirás deliciosamente tú ceja izquierda, volverás a respirar hondo . Mirarás de frente la vida mientras quizás cocinas un  trozo de salmón con finas hierbas y un toque de vino blanco, y de un solo tirón agarrarás con fuerza la botella y tomarás un profundo sorbo del Chardonay frío y brindarás con un poco de euforia por ese episodio de tu existencia, que te marcó, que te movió las fibras sensibles del alma y te provocó crecer a fuerza y a la fuerza. Te reirás porque verás lo que pasó, como algo que ya pasó y que solo dejó como remembranza la frase de Ramón Llull: “el amor nace del recuerdo, vive de la inteligencia y muere por olvido”. Cheers!

viernes, 26 de abril de 2013

Dios



Desde que tengo uso de razón, entré en conflicto con las religiones, los dogmas y todas aquellas creencias que colocan al ser humano en una especie de corral lleno de ovejas que son dirigidas por un pastor. Me consideraba extraña y, lo que es peor, me consideraban extraña. Mi madre sufría, mi padre entendía. Pero no fue fácil crecer con interrogantes, dudas y en rotundo desacuerdo con ciertas cuestiones, especialmente cuando estudias en un colegio católico y extremadamente social. Con el tiempo, los años, la madurez y la búsqueda de mi Yo Superior, logré aceptarme primero, luego, aprendí a ser feliz de ser quien soy y de creer en lo que creo sobre Dios y de haber descartado tantas palabrerías e ideas absurdas de lo que "debe" ser Dios, ese de la barba blanca, el de las duras pruebas e incongruentes castigos. Sí, el mismo que escribió Su palabra en un libro al que NUNCA se debe cuestionar, porque TODO, exactamente TODO lo que allí está escrito es Su Palabra y, demás está decir, que Su Palabra es exacta. Bueno...
Me propuse no hablar de esos temas con nadie y respetar las creencias de cada cual, porque así debe ser. Pero también me propuse seguir buscando mi camino espiritual, como libre pensadora y puedo decir que encajo bastante bien en ese sendero, que me parece iluminado, pacífico y lleno de amor. Después de todo, se trata de amor y por amor estamos aquí.
Hace poco encontré un texto de Baruch Spinoza, uno de los grandes pensadores de la Historia y al leerlo, me sobrecogió. Spinoza (1663-1677), nacido en Amsterdam, hijo de emigrantes judíos portugueses fue perseguido e incomprendido. Reacción típica de nosotros, los seres humanos, cuando encontramos a uno de nuestra especie, que no está de acuerdo con nuestros pareceres, que se sale del corral y busca la verdad, al menos su verdad. Spinoza pronto destacó como libre pensador y eso le causó innumerables problemas, no sólo dentro de esa clase patricia neerlandesa a la que pertenecía, sino de todas la Iglesias del momento, así como de muchos filósofos.
Para Spinoza este es Dios:

"Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida. Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti. ¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa! Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti. Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador o que tu sexualidad fuera algo malo. El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer. Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito… ¡No me encontrarás en ningún libro! Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo? Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te critico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo Soy puro amor. Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias… de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad? ¿Qué clase de dios puede hacer eso? Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en ti. Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para tí. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía. Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas. Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro. Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno. No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo, vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir. Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di.
Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó?… ¿Te divertiste?… ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿
Qué aprendiste? Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar.
Deja de alabarme, ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy?
Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?… ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.
Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones? No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy, latiendo en ti.”
Cada vez que leo esto, me invade una paz inmensa y me siento más cerca de Dios, que vive dentro de mí, así como también de ti.
 

 

 


miércoles, 24 de abril de 2013

Pasa




Pensamos que podría pasar, pero no creemos que nos vaya a pasar.  Aunque inclusive, al compañero de trabajo que se sienta justo al lado, le pase, aún así,  pensamos que no nos pasará…hasta que pasa.
Pasa que el cuerpo es perfecto, es una maravilla. Todo funciona bien, cada órgano, cada célula, cada tejido juntos conforman una armoniosa canción, cuando todo está en equilibrio. Igualmente cuando algo falla, cuando no estamos en nuestro centro, ese órgano, esa célula, ese tejido, ese cuerpo empieza a emitir sutiles señales, las que usualmente ignoramos, porque nos creemos inmunes a todo. Como si  fuésemos máquinas de trabajo y no seres humanos. Esas señales van incrementándose y, nosotros, a la vez, vamos incrementando la ignorancia hacia ellas. No importa que de repente no conciliemos el sueño, perdamos el apetito o que la piel se enrojezca. No, aún así, no pasa nada, porque estamos por encima de eso y tenemos tantos pendientes, que no damos abasto. Y todo tenemos que resolverlo para ayer y la vorágine continua y venga más trabajo, podemos con todo. Somos mega poderosos.
Hasta que pasa. Pasa que un día cualquiera, a una hora cualquiera nos desplomamos, colapsamos y todo lo que tenemos pendiente, lo que se debe hacer o entregar o implementar, todo se queda en la lista forzosa de espera, porque simplemente nosotros no dimos abasto y el cuerpo ya no respondió. Simple.
Pasa que eso pasa. Falta de coherencia, mareos, dolores de cabeza, piel enrojecida y falta de visión, inmovilidad. Llegamos a donde nunca debimos de llegar. Nos derrumbamos. Colapsamos. No somos mega poderosos, somos seres que luchan para sobrevivir, que trabajan como máquinas, pero que no lo son, no lo fueron, no lo serán.
Como si fuera una película, vemos todas las escenas, las buenas, las malas, las regulares, hasta los trailers. Vemos nuestra vida pasada y presente, y lo que antes era el gran problema, ahora nos parece una nimiedad. Vemos a todas nuestras personas amadas y nos asustamos, porque nos necesitan, no podemos dejarlas solas, tenemos que vivir. Es que primero es vivir y siempre terminamos olvidándolo. 
Nos vemos acostados en una clínica, preguntándonos por qué llegamos hasta ese nivel. Pero si lo sabemos bien, resulta que llevamos el cuerpo y la mente a su extremo. Los afanes, los teneres, los quereres, todo es nada en esos momentos, porque solo necesitamos estar bien, ni siquiera por nosotros mismos, sino por aquellas personas que dependen de nosotros. Nos horroriza lo que pudo haber pasado, pero al parecer solo así tomamos conciencia del valor de la vida y de la importancia de los límites. Entendemos la insoportable levedad del ser, como dijo Milán Kundera. No somos superdotados. Solo somos humanos.
Reflexionamos sobre todo y todos. Pedimos una oportunidad de vida, porque ahora lo haremos diferente. Queremos seguir en este plano, aún nos falta mucho qué hacer y aún tenemos personas que cuentan con nosotros. No, es tiempo de parar y oler un par de flores, si son tulipanes mejor.
Cuando antes nos decían que el estrés era un enemigo silente, nunca le creímos, hasta que pasó. Y cuando pasa, entendemos que no solo es silente, sino también, poderoso.
Pasa que de ahora en adelante, las cosas las ponemos en orden, todo tiene un tiempo y el tiempo lo es todo. Pasa que entendemos la importancia de hacer pequeñas cosas que nos hacen felices, que de vez en cuando podemos mirar hacia arriba y disfrutar de una Luna llena, o sumergir los pies en la arena y contemplar un mar azulísimo, o deleitarnos con la risa de los hijos, disfrutar del cariño de una madre y refugiarnos en los brazos de los amigos. Dejar la mente en blanco y ver esa película con Anthony Hopkins y Helen Mirren o escuchar a "I´m a fool to love you" de Billie Holiday.
Pasa que empiezas a darte cuenta que ser excelente en el trabajo, excelente empresaria, excelente buscando más trabajo y excelente buscando más clientes, solo hace que pierdas momentos irrepetibles con los que amas y contigo misma. No hay nada de malo en la excelencia, el problema es cuando la convertimos en el centro de todo. Pasa que hay tiempo para trabajar, pero lo más importante es el tiempo para vivir.
Que lo que más vale en la vida es gratis, que no necesitas estar a la moda, tener la mejor casa, el carro más moderno o estar en el lugar favorito de la creme de la creme de la sociedad. No. Pasa que sahora solo queremos llegar a nuestro hogar, que tiene ese inconfundible olor a hogar,  porque es nuestro hogar. Solo queremos abrazar a nuestro hijo y verlo hacer su tarea. Solo queremos dejarnos mimar por nuestra madre y disfrutar de esa sopa clara y con trozos de zanahoria y papas. Solo queremos compartir una linda conversación con nuestros amigos. Solo queremos seguir esperando por el amor. Pasa que entendemos que ese es el secreto escondido de la felicidad, lo demás, es solo lo demás.

Pasa que las lecciones se aprenden de manera abrupta a veces, pero después quedan tatuadas en la memoria de esta vida y las que siguen después.
Pasa.
 

 

 

martes, 16 de abril de 2013

Aprendemos a decir adiós



Las pérdidas duelen. No importa cuál sea su naturaleza, desde lo más significativo hasta lo más nimio, simplemente duele en sus respectivas intensidades.
Leí en un estudio sobre comportamiento humano, que las circunstancias de la primera pérdida de un individuo, marcan el resto de su vida. Inclusive, si esa pérdida se ha "perdido" en el subconsciente y no se recuerda aparentemente, sus huellas, como si fueran ojivas nucleares, están presentes y determinarán cómo reacciona la persona a las sucesivas e inevitables pérdidas que regala la vida.
Recuerdo perfectamente mi primera pérdida. Yo era una niña muy callada y tímida de ocho años, me gustaba estar en contacto con la naturaleza y los animales. Mi mundo giraba alrededor de mi nana Ana, la persona más dulce y cariñosa que he conocido. Ana se ocupaba de mí por completo y me proporcionaba una vida estable y feliz. Cada día, cuando llegaba del colegio, ella guardaba una soprepresita para mí, un caramelo, un juguete, mariposas que luego solíamos liberar y verlas volar lejos. Ana no escatimaba para darme abrazos, besos, mimos y me protegía de todo lo que pudiera hacerme daño. Ni siquiera el pétalo de una flor me podía tocar. Un día, Ana se fue sin despedirse. Ella pensaba que sería muy duro para las dos ese momento y lo evitó. Habíamos estado juntas desde que yo tenía 3 meses de nacida. Recuerdo que mis padres tuvieron que ingresarme a una clínica, porque me negaba a comer, tampoco hablaba. Mi vida hermosa junto a mi nana había terminado. Han pasado los años y no puedo evitar sobrecogerme al recordar aquellos momentos. Afortunadamente al cabo de un año, Ana y yo volvimos a estar en contacto, aunque ya no volvimos a vivir juntas otra vez.
Mi segunda gran pérdida pasó cuando tenía 12 años y mi mejor amiga de ese entonces, decidió dejarme de hablar. Recuerdo que le preguntaba a esa “amiguita” el por qué de su separación, pero no me decía una sola razón. Luego entendí que ya no estábamos en la misma etapa de crecimiento y que yo, le resultaba un tanto fuera de moda. Fue un golpe duro y tardé mucho tiempo en superarlo, la auto estima de los niños es muy frágil.
Estas dos experiencias influyeron increíblemente en mí. He trabajado fuertemente para que las otras pérdidas que he ido sufriendo, conforme pasan los años  y que, en cierta forma, han sido inevitables, no me laceren excesivamente mis sentimientos. Misión  que a veces, no he logrado concretar. Producto de esas primeras y determinantes pérdidas, y quizás porque ocurrieron a temprana edad, aprendí a valorar a las personas,  diría que demasiado en algunos casos. Las monedas tienen dos caras y de cada experiencia negativa, es posible absorber lo positivo.
La más grande pérdida  en mi vida ha sido el fallecimiento de mi padre y casi siete años después, aún no logro superarla. He pasado las etapas del duelo y hoy me encuentro en una dulce paz frente al inevitable y desgarrador hecho que significa la muerte de un ser querido, especialmente de la persona que consideré mi alma gemela y mentor.
Con cada pérdida que sufrimos, se nos mueren sueños, ilusiones y motivos. A medida que maduramos, las sobrepasamos con mayor discernimiento, pero siempre con la misma sensación de dolor.
Pero también es cierto que con cada pérdida nos vamos fortaleciendo, maduramos y nuestra capacidad de asimilación es más rápida. Aprendemos a luchar para no perder a las personas que valoramos y que nos valoran, al tiempo que aprendemos a dejar ir a las que no nos aman ni respetan. Aprendemos a vivir con el sentimiento de ausencia que puede irse diluyendo en el tiempo o bien, incrementando. 
Lo cierto es que logramos convivir civilizadamente con las pérdidas y lo que es mejor, a aprendemos de ellas.
Se nos desarrolla un agudo perfil que nos ayuda a decidir si es preciso luchar, ceder, mantener, descartar, fluir, dejar ir… nos convertimos en robles humanos que ríen, caminan, trabajan, hablan, cantan llevando el sentimiento por dentro, pero sin detenernos.
De vez en cuando recordamos a aquella persona que significó tanto para nosotros y se fue un día sin decirnos adiós, recordamos momentos hermosos que no tienen por qué desaparecer de nuestra memoria y honramos a aquel ser que fue nuestro gran amor y objeto de admiración.

De repente y sin pensarlo dos veces, estamos frente a una pérdida y ya no necesitamos explicaciones y aprendemos a decir adiós, cerrando la puerta.
  


jueves, 11 de abril de 2013

Huevos estrellados



En las alturas mágicodivinas de Constanza, la tarde que empezaba a ser mi aliada, de repente se esfumó y, sin percatarme, la noche oscura me dejó sin palabras que pronunciar. Al parecer, como si fuera un acto piadoso, la misma noche, que hacía meses se mecía en mis hombros, dejó al menos que tuviera la facultad de escribir las palabras que no podía decir.
El clima, tan sublime, acariciaba mi piel sutilmente. La montaña inmensa miraba hacia mi ventana parcialmente abierta, me invitó a admirarla y, con ello, me salpicó de recuerdos que no recuerdo cuándo había guardado en el rincón de mis recuerdos.
Para zarandearme de ellos, salí hacia la nada, hacia el todo, hacia el bosque, y caminé descalza para que mis pies sintieran la tierra húmeda y firme que me hacía volver al presente.
Y volver al presente, con un halo del pasado, me dio hambre de huevos estrellados. !Quería huevos estrellados! Deseo que no se cumpliría, porque nunca aprendí a hacerlos. Soy muy buena –modestia aparte- en el arte culinario, pero por más que me explicaron un día, en “aquellos tiempos”, no di nunca con el punto clave para prepararlos.
Recordé la primera vez que los comí. Recordé risas, una cocina iluminada y unas toallas con iniciales tejidas. Recordé la mezcla de olores…papas que se freían en aceite de oliva extra virgen y una vela de vainilla, cuya mecha bailaba al ritmo de Phil Collins Live y su canción “Take me home”.
Recordé el sonido hueco de una cáscara de huevo que accidentalmente cayó al suelo y el movimiento giratorio del taburete en el que estaba sentada, como fiel espectadora y pésima aprendiz.
El cuchillo hizo un corte incisivo en la chistorra y la sartén de teflón ya anunciaba que era el momento de remover con delicadeza los huevos fritos.
Todos los ingredientes puestos estéticamente en el plato y la historia de cómo esa receta, había alimentado a los españoles durante una época difícil, bueno, quizás menos difícil que la actual, fueron la introducción para estrellar los huevos. Porque en realidad, al comerlos, es que los estrellamos.
Recuerdo que pregunté si la traducción en inglés no sería algo así como “crash eggs”, pero no, nunca, se exigió un respeto muy español, casi remontado a la época colonial para el nombre. Se dice “huevos estrellados”. Pero eso fue en aquellos tiempos y ya pasaron, como los preceptos del Antiguo Testamento, que con el nacimiento de Jesús, todo cambió y empezó el año 1, como un día 1 inició la etapa de “aquellos tiempos” y otro día 1 se terminó.
No conseguí nada parecido a aquella delicia gastronómica en los alrededores del hotel que me acogía en Constanza. Seguí caminando descalza, encima de la tierra húmeda que, como un salto cuántico, me devolvía al presente. Por el caminito estrecho de piedras, volví a mi habitación, la misma con la ventana semi abierta y por la cual aquella montaña grande me miraba. ¿Qué me quería decir? ¿Tendría alguna explicación para mí?
El soplo del sueño me masajeó los párpados y me indujo al mismo sueño. Despertaría en estos tiempos, en los cuales no hay “huevos estrellados”, tampoco palabras que me expliquen cómo hacerlos.