jueves, 1 de septiembre de 2011

Fronteras


Iba bien rápido y con maestría, evitaba precipitarse. Caería profundo en aquel hueco oscuro, un metro después de cruzar la frontera. No quería hacerlo. Sabía perfectamente que las fronteras se cruzan en un segundo y, luego, ya no es posible retroceder.
Pero como todo cambió un día de agosto y el rompecabezas de mil piezas se desplomó irremediablemente, otro día de agosto, cruzó esa frontera. Se vistió de cera, fijó la mirada y se lanzó. Sintió esa sensación fría, vacía y humana de la que tanto le habían hablado. Esa misma a la que había evitado estoicamente caer. Y por fin lo entendió todo. Ese stuff that dreams are made of. Ahora, menos inmortal, se agarró fuerte del único árbol que encontró. Se hizo espacio entre los restos de su naufragio y se aseguró de nunca más retroceder. Iba rápido y esta vez, se precipitó en caída libre y con los ojos cerrados. Ya no hay fronteras que no pueda traspasar. Total, si todas se cruzan en un segundo y, luego, por más que se quiera, no se puede dar un paso atrás.

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