martes, 15 de mayo de 2012

Danilo Medina

Durante mucho tiempo mi mayor deseo fue irme de República Dominicana. Izar las velas y anclar en una nación en donde se respetaran los derechos de los ciudadanos y yo me sintiera útil y libre de encontrar un destino mejor por medio a mi trabajo y esfuerzo. En ese "lugar" que yo eligiera, daría lo mejor de mí, con la diferencia de que sí se tomaría en cuenta y me valorarían no por mi apellido o contactos, sino por mi desempeño y trayectoria. Durante mucho tiempo pensé también que mi hijo necesitaba crecer en otro continente, para poder acceder a oportunidades que en este territorio no tiene, como el acceso a la educación, formación y cultura sin que esto conlleve hipotecar mi vida de por vida. Durante mucho tiempo pensé que la política era una forma de enriquecerse fácilmente o de que te trataran con la ingratitud del olvido y el punzón de la indiferencia, si querías trabajar por el bien común y no por el denominado "lo mío". Mi abuelo y mi padre fueron destacados políticos y en el ocaso de sus vidas, ambos se retiraron con el sabor amargo de haber servido honradamente a sus funciones y a cambio de esto, haberse tenido que retirar excluidos por ser honestos, por decir la verdad, que no siempre resulta lo que se quiere oír, y por no participar de las indelicadezas que ofrece el poder. Siempre me mantuve escéptica con todos los partidos, sus candidatos y sus propuestas políticas y, de hecho, lo confieso, no he votado nunca. Sin embargo, se ha producido un cambio radical en mí. Lo que nunca pensé que pasaría, me he mantenido observando encuestas, analizando a los candidatos presentes y desmenuzando el desarrollo de sus campañas políticas. Me he apasionado de lo que sé que ahora es posible, esperar lo mejor de un candidato presidencial. Por eso, tomé la desición de votar el próximo 20 de mayo. Pero antes, quiero dejar muy claro lo que pienso de los dos candidatos que en la actualidad se disputan la presidencia. El ingeniero Hipólito Mejía, posee un carisma indiscutible, pero indudablemente es una persona colérica e impulsiva y bajo el slogan (muy simple por cierto) de “Llegó Papá”, ha encendido las masas, con quimeras y promesas de convertirse en una especie de salvador de República Dominicana. Es un candidato hueco con una propuesta vacía. Hipólito Mejía promete que habrá un mejor país, pero para todos. ¿Cómo lo va a lograr? Si no puede articular una idea progresista en su mente, ni mucho menos, expresarla. No tengo nada en su contra, pero tenemos que ser realistas. En el desarrollo de su campaña hemos podido apreciar lo que ya sabíamos y sufrimos cuando fue presidente de la Nación en el período 2000-2004, que es una persona incapaz de gobernar, punto. No tiene respeto por los demás, su lenguaje es irreverente, su actitud es arrogante y carece de conocimientos elementales para dirigir el destino de un pueblo. Para mí ha sido un fenómeno sociológico que Mejía aspirara y llegará a dónde ha llegado, después del desastre en el que sumió el país y en el que aún, tantos años después, luchamos por salir. Es preocupante que algunos dominicanos estén tan ciegos como para no darse cuenta de quién es esta persona, que entiende que la política es una vía para atropellar a todos los que no están de acuerdo con él ni les celebran sus "gracias". Es preocupante que aún hayan personas, afortundamente menos, que no entiendan que tan graves serían las consecuencias para el país si Mejía vuelve a ser presidente. Esto es un análisis objetivo y elemental, que cualquier persona con sus cinco sentidos puede hacer. Solo necesitaría escuchar a Hipólito por 5 segundos. La respuesta es clara y contundente, no puede ser presidente de un país. La buena noticia es que dentro del caos que representa la candidatura presidencial de Hipólito Mejía, los dominicanos tenemos otra opción: Danilo Medina. Mientras Mejía se empeña en utilizar una campaña sucia y agita la masa votante peligrosamente, Medina ha sido un candidato que ha trazado sus lineamientos en base al respeto y el orden. Lo quieran admitir o no, Danilo Medina inspira paz y está en control de sus emociones y expresiones. Virtudes fundamentales para un primer mandatario. Le transmite a sus seguidores seguridad y es evidente que está en total capacidad de conducir el país por el camino del progreso que inició el actual Presidente Leonel Fernández. Esto no se llama continuismo del poder, se llama seguir haciendo las cosas bien y, como bien reza la campaña de Medina, corregir lo que debe corregirse y hacer lo que nunca se hizo. Por eso, creo en Danilo Medina y en el cambio que él representa para nosotros. No se me antoja votar por él como un acto reflejo, sino fruto de un análisis minucioso. Lo hago por sentido común y porque indudablemente es un profesional preparado, con un discurso coherente. Quiero un mejor país para mí y para mi hijo. Quiero oportunidades de progreso. Quiero que se respete a los ciudadanos. Y sobre todo, no me quiero ir de mi media isla. Soy dominicana y quiero que mi presidente, me represente como es debido y que me inspire el orgullo que solo Danilo Medina ha despertado en mí. Medina ofrece las alternativas que necesitamos para seguir hacia delante. Porque es un ciudadano con vasta e intachable trayectoria política y porque su plan de gobierno toca todos los puntos que en la actualidad tenemos que reforzar como nación. Porque es noble de corazón y porque yo sé que con él todos nos encaminamos hacia un mejor futuro. Además, tiene junto a él a Margarita Cedeño como candidata a la vicepresidencia. Ella nos ha abierto el camino a las mujeres dominicanas. Con carácter, preparación, humildad pero determinación ha hecho encomiables obras por los más necesitados. El Despacho de la Primera Dama pasó de ser un centro de modelajes a un lugar de trabajo con resultados medibles y palpables. Ella se identifica con la madre, la hija, la empresaria, la estudiante, la que trabaja para el sustento de su familia, la que está sola, la que tiene pareja...y ha demostrado con hechos, quién es y yo creo en su capacidad y buena voluntad. Apuesto a Margarita Cedeño mis esperanzas y sueños de mujer. No voto por conveniencias ni aspiraciones particulares, voto porque por primera vez siento la necesidad de hacerlo. Y lo haré por Danilo Medina, porque es el único que puede ser el presidente de mi país y enaltecer mi bandera.

martes, 1 de mayo de 2012

Mi abuelo


Alberto Font-Bernard, mi abuelo, era un hombre ante todo honorable. Fue un importante orador y político, que desempeñó cargos en el gobierno -léase gobierno- de Rafael Leónidas Trujillo. Entre ellos fue gobernador de la provincia de Santo Domingo y delegado de su Junta Superior. Según los documentos de la época, mi abuelo se destacaba por ser un hombre de extraordinaria simpatía, amable y cordial. A la vez, se le reconocía como un orador con voz de látigo de fuego, que encendía las multitudes con sus discursos bien estructurados e improvisados.
Mi abuelo era muy alto y delgado, igual que lo fue mi padre. Era un hombre romántico y apegado a la lealtad y justicia. Cuando el gobierno de Trujillo se quitó la máscara, se desnudó ante la Nación y se dejó ver tal cual era, una dictadura, él se retiró con un enorme pesar. Se sintió engañado, herido y ultrajado. Había trabajado con esfuerzo para constituir un verdadero gobierno. Su deseo era servirle a un presidente no a un tirano que otrora se vistió de ángel nacionalista y que en versad era un ególatra, narcisista y cruel.
Mi abuelo enfermó de dolor. Muchos doctores acudieron a su lecho, buscando la fórmula para que Font-Bernard recobrara su hálito. Decían que sus pulmones no respondían. Pero lo espiritual y emocional se refleja en lo físico. Solo un doctor, recién graduado por cierto pero masón como él, fue capaz de ver más allá de lo visible. Mi abuelo sufría de una enfermedad incurable, la melancolía. Porque se vio relegado de sus deberes políticos porque no comulgaba con el Generalísmo. Se le privó de trabajar para ganar el sustento digno de su familia y se le impidió expresar sus ideales de libertad y honor a una sociedad que ya no podía escucharlo y a un gobierno que ya era un Trujillismo. Irremediablemente la melancolía recorrió sus huesos y cercenó su alma.
El era un hombre evolucionado, con conocimientos espirituales que no lo pudieron aferrar a este plano. Todo lo contrario. El 9 de enero de 1944 partió a las alturas, tranquilo, sereno y dispuesto.
Sus últimos deseos fueron cumplidos y así sus oficios religiosos se hicieron en la Iglesia de San Miguel. Tal y cómo lo dispuso, en silencio total, porque "las almas que parten no necesitan flores ni lágrimas ni gritos de inconformidad, solo necesitan silencio y oraciones henchidas de fe y resignación".
Mi papá, que también partió hace casi seis años, le escribió ese día una poesía, que llevo muy cerca de mi corazón, porque así los tengo a los dos a su vez, cerca de mi, iluminando el camino que me toca transitar en mi breve paso por este plano terrenal.


Mi padre

Fue un hombre bueno. un hombre que llamaba a las cosas por su alma.
En su mirada había una luz sonriente y delicada.
Se perdió en los caminos de este mundo,
y,por vivir, dejó lo que nos salva: el generoso afán, la mano abierta que derrama memorias y esperanzas.
Se quedó solo y puro.
Dueño total de simples cosas mágicas.
Tan libre llegó a ser, que nada precisaba.
Y una tarde partió. Sin darse cuenta, se le durmió el cansancio en la mirada.
En sus ojos cerrados, se abrió con su muerte, su mañana.
Ramón Font-Bernard
9 de enero 1944