martes, 21 de febrero de 2012

Veneno



Según Wikipedia un veneno es cualquier sustancia dañina, ya sea sólida, líquida o gaseosa que puede producir una enfermedad o lesión. Que altera las funciones del sistema digestivo y reproductor cuando entra en contacto con un ser vivo, incluso, llegando a provocar la muerte
Paracelso dijo que todas las sustancias son tóxicas a dosis altas, como el agua, el oxígeno y las vitaminas. Los venenos, son sustancias nocivas a dosis o concentraciones muy bajas. Esta es la diferencia. Lo tóxico no siempre tiene un desenlace fatal, sin embargo, lo venenoso tiene una gran tendencia a la mortalidad.
Los venenos pueden tener un origen mineral, vegetal, animal y artificial. Entre los más letales está el que produce la Rana Flecha Venenosa Dorada, considerado como el más activo del mundo. Otros son el de la serpiente Taipán, el de la avispa marina y la Digitoxina, presente en las hojas de las plantas conocidas como digitales o “dedaleras” que crecen en Europa.
El arsénico, es un veneno conocido e inmortalizado en libros y películas. Lo produce el elemento 33 de la tabla periódica, es abundante en la corteza terrestre y agua contaminada. Sus efectos se pueden sentir gradualmente, según las dosis administradas.
Ahora bien, hay un veneno que Wikipedia no describe, del que no existen datos cuantificables. Se trata del veneno de origen humano, que es sin dudas, el más mortífero y eficaz de todos... en algunos casos. Tiene su raíz sobre la base del cálculo frío y desalmado. Viene siempre acompañado de una estrategia y un propósito determinado, obviamente dentro del marco de la destrucción moral, emocional y espiritual. Un animal, un vegetal o un mineral nunca pueden ser culpables de producir una sustancia venenosa, porque por lo regular, este hecho obedece a un acto instintivo y natural de defensa. Aquí no hay raciocinio.
Sin embargo, el veneno que dispara la boca o escribe la mano de un ser humano, nace en su corteza cerebral y es producto de los más bajos instintos. Es una mezcla de mediocridad y desfachatez. Es el resultado de una carencia total de dignidad. Y, si por casualidad, viene acompañado del anonimato, el caso es peor, porque su género y especie viene entrelazado con la perversidad y está salpicado de toques intensos de insatisfacción e inseguridad del emisor y de una evidente envidia hacia el destinatario.
No hay un antídoto exacto para este tipo de ponzoña, pero según los entendidos y con experiencia en la materia, el veneno humano puede ser fácilmente interceptado por el escudo de la indiferencia, que suele ser tan mordaz como el mismo elemento tóxico. La indiferencia es una especie de baile sensual que sacude sus caderas a tales niveles vibratorios, que paraliza cualquier efecto venenoso. Que envía la señal inequívoca de rechazo total. La indiferencia, es una boca carnosa y húmeda que con lentitud y parsimonia mueve sus labios y pronuncia la sentencia irrevocable de: “Aquí no entras y conmigo no podrás”.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Te recuerdo


Fue un sueño. No me quería despertar. Caminaba descalza por todos los rincones de la casa grande y familiar. La casa de desniveles y paredes muy blancas. Abrí todas sus puertas y cada una de ellas me conducía hacia donde estaba tu máquina de escribir. La Remington con las teclas melodiosas. A pesar de que no te vi, yo sabía que estabas allí, tu esencia, tu alma, tu espirítu. Papi estabas allí, en mi sueño. Desperté de un sobresalto, cuando la alarma me indicó que ya era hora de volver a la realidad. Hoy, he pensando más en ti que lo usual. Te he tenido presente hasta en el más mínimo detalle. En días como hoy, fríos y grises, no te gustaba salir de la casa ni tomar el teléfono. Teníamos un código secreto, yo te llamaba y dejaba que timbrara una sola vez, colgaba y volvía a llamarte. Teníamos tantos códigos...
Con el tiempo me he dado cuenta que me estoy pareciendo más a ti. Tengo tus manías. Por ejemplo, los domingos no me gusta salir de mi casa, me los paso leyendo y escribiendo, como tu hacías. Y lo confieso, no tomo el teléfono a menos que sea un caso especial. Ahora me ha dado con ir al supermercado casi todos los días, simplemente a ver los pasillos y comprar pan. Escribo en una libretita todos los pendientes, igual a ti, solo que nunca se terminan. Hago ese peculiar movimiento con los dedos casi instintivamente y cierro los ojos, pienso en ti y tus dedos. Es el mismo gesto. Heredé tu adicción por el genoa y el brie. Subrayo mis libros, para que sepan que son míos y trato de dar más de lo que recibo, así papi eras tu.
Me estoy pareciendo a ti cada día más. Por eso en ese sueño, en la casa grande de desniveles y paredes muy blancas, cada puerta me llevaba a tu máquina de escribir, me llevaba a ti.
Sembraste tu semilla en mí y cada día germina con más bríos. Especialmente cuando la vida pone a prueba quién soy y estira mis brazos y mis piernas midiendo fuerzas, como lo describió Jacinto Benavente: "tiran unos de sus pies y tiran unos de sus manos". No desespero, porque después de tantos tirones que sufrió Crispín, Benavente le concedió la gracia de poder ver cómo descienden del cielo hilos tejidos de luz de Sol y Luna, que hacen parecer a los humanos, seres inmortales y les anuncian que no todo es farsa en la farsa, que hay algo que es eterno, la verdad.
Papi me enseñaste que la verdad es una señora fuerte y robusta y que da carterazos a quien quiera callarla. Así que mientras tanto, sueño con tu máquina y escucho sus teclas melodiosas escribiendo letras que nunca perecen. Te recuerdo mientras espero.