domingo, 15 de junio de 2014

El momento



Otro domingo de 2014. Una tarde más con el sol muriendo lentamente mientras se abre paso la noche sensual, contoneándose con unos, burlándose de otros, ignorando a muchos.
Y así, sin apuros, el reloj marcó las 9:00 P.M. Al cabo de 60 segundos sería otro momento y luego otro, otro, otro... Pregunto ¿y si eventualmente logramos entender la importancia de los “momentos”?  Seguro no dejaríamos pasar ocasiones, seguro siempre sería “aquí y ahora”. Cuántas cosas haríamos y cuántas dejaríamos de hacer. No esconderíamos afectos, besos, caricias y abrazos. Nunca degustaríamos el sabor del odio ni la indiferencia.

Seríamos peritos exprimiendo la vida, porque carajo, como decía mi abuela Tatà, !la vida hay que vivirla! Respiraríamos muy hondo y exhalaríamos a bocanadas nuestros dolores y llantos conforme se limpia el alma. Dejaríamos el miedo muerto en uno de esos bosques lejanos del inconsciente y seríamos feliz, así, tan espontáneamente feliz, solo feliz. Con lo que nos falta, con lo mucho o poco que tenemos, con los asuntos inconclusos, con los finales difíciles, con los inicios aún más difíciles, con las deudas sin saldar y con las deudas por asumir, con los mensajes que quisimos enviar y no lo hicimos y, con esos mensajes enviados, de los que nos arrepentimos.

Con la nostalgia por la ausencia de los seres que amamos y que ya han partido. Con los que queremos amar y no se dejan amar, con los que nunca amamos y debimos amar. Con los fracasos que nos han marcado, con los caminos que no recorrimos, con todo el arrepentimiento a cuestas, con todo eso que debimos hacer y con todo lo que nos falta por hacer.

Nunca tendríamos sueños rotos, seguro que ni siguiera llegarían a nacer, porque seríamos incapaces de parirlos. Viviríamos sin etiquetas, sin modas, sin protocolos, sin agendas. Viviríamos solo porque sí.
Porque el tiempo pasa y se acumulan las facturas por no vivirlo.

Porque no importan muchas circunstancias, apegos, desapegos o sensaciones. Porque como dijo mi amigo Peter (de quien tomé la manía de decir “trillado”, crédito otorgado), al final del día, solo cuenta cuanto amor sentiste y cuanto amor diste. Porque el último eslabón para descifrar el códice de tu vida es doblarte como el trigo. Y tener la buena fortuna y dicha de compartir las noches y madrugadas, y sentir en tu plexo solar el contundente rechazo a la soledad, patearla en el trasero porque no, no cabe en tu cama. Si, y luego, rendirte a la sensación placentera de la paz, la paz que carece de tendencias, valor en monedas y accesorios comprados en la joyería del mall.

Mientras balbuceo estas letras que escribo, veo cómo Peter camina sin reparos, se aleja llevando debajo del brazo un intento de libro que no tiene título y que sólo tiene escrito las palabras momentos y vida.

Otro domingo cualquiera de 2014. Otro momento que se va mientras la vida corre sin detenerse.