Si no creyera que hay “algo” desconocido, omnipotente y omnipresente en la vida, hoy estaría en un lugar remoto, ignoto y muy solitario. Hoy estaría muerta, pero realmente, muerta.
No soy religiosa, no critico a los que lo son o a los que no lo son, pero por fin puedo decir quien soy, un ser espiritual que busca el camino para seguir, para evolucionar y para cumplir un plan divino, sea cual sea.
Y ese pensamiento me ha salvado en estos casi tres años en los que la presencia física de mi padre no está. El día en que murió, pensé que moriría con él, y de alguna forma, duré mucho tiempo muerta en vida, porque no entendía cómo es posible respirar y sentir tanto dolor al mismo tiempo. Pero claro, de alguna forma ese “ser”, ese… como le quieran llamar, me rescató de la oscuridad, no me sanó el dolor, pero me dio una explicación acerca de la muerte y sólo entonces, he podido seguir, con el mismo dolor, sí, pero con esperanza y fuerza.
La muerte es una transición, es una etapa en la que el alma abandona el cuerpo y sigue su camino hacia la evolución. Ya no vemos a ese ser humano físicamente, pero sigue estando cerca y lo mejor y más sabio que debemos hacer es recordar con amor y paz a esa persona que partió hacia un lugar mejor.
Sí, lloro todos los días por mi padre; lloro porque no lo veo, pero sé bien que está cerca, que no me abandona y que su alma se ha transformado en luz y camina su propio camino de perfeccionamiento. Nuestro cuerpo se cansa, envejece y al morir, nos liberamos de las limitaciones y somos simplemente seres luminosos, bueno, no todos, porque hay casos y cosas…Aunque eso es otra historia.
No importa los que creen o no, no importa la religión ni el credo o el dogma, hoy sólo quiero dejar claro que la muerte no es el final, sino el principio de una nueva etapa. Hoy mientras escucho a Elvis Presley, quien permanece vivo en los corazones de millones de personas, y tomo un chardonay de hechizo literalmente, quiero decir que hay luz, no tenemos que verla siempre, pero hay una emisión brillante que acompaña a aquellos que caminan por el sendero de la justicia y la bondad, y esa luz no se apaga cuando los ojos se cierran, no acaba cuando la farsa de la vida que vivimos cada día acaba. Es una luz eterna, imperecedera y de alguna u otra forma, todos, creamos o no, algún día viviremos inmersos en ella, flotando en una atmósfera de paz y plenitud –repito algunos porque… hay casos y cosas-, pero bien estaremos en la LUZ de una vida mejor.
La muerte llegó el sábado pasado, tocó la puerta de un hogar que amo, pero fue tan sólo para decir que no es muerte, es una transformación de vida, de una vida mejor. No lloremos, es un plano de conciencia mejor. No hay sustos, es una vida en evolución.
No soy religiosa, no critico a los que lo son o a los que no lo son, pero por fin puedo decir quien soy, un ser espiritual que busca el camino para seguir, para evolucionar y para cumplir un plan divino, sea cual sea.
Y ese pensamiento me ha salvado en estos casi tres años en los que la presencia física de mi padre no está. El día en que murió, pensé que moriría con él, y de alguna forma, duré mucho tiempo muerta en vida, porque no entendía cómo es posible respirar y sentir tanto dolor al mismo tiempo. Pero claro, de alguna forma ese “ser”, ese… como le quieran llamar, me rescató de la oscuridad, no me sanó el dolor, pero me dio una explicación acerca de la muerte y sólo entonces, he podido seguir, con el mismo dolor, sí, pero con esperanza y fuerza.
La muerte es una transición, es una etapa en la que el alma abandona el cuerpo y sigue su camino hacia la evolución. Ya no vemos a ese ser humano físicamente, pero sigue estando cerca y lo mejor y más sabio que debemos hacer es recordar con amor y paz a esa persona que partió hacia un lugar mejor.
Sí, lloro todos los días por mi padre; lloro porque no lo veo, pero sé bien que está cerca, que no me abandona y que su alma se ha transformado en luz y camina su propio camino de perfeccionamiento. Nuestro cuerpo se cansa, envejece y al morir, nos liberamos de las limitaciones y somos simplemente seres luminosos, bueno, no todos, porque hay casos y cosas…Aunque eso es otra historia.
No importa los que creen o no, no importa la religión ni el credo o el dogma, hoy sólo quiero dejar claro que la muerte no es el final, sino el principio de una nueva etapa. Hoy mientras escucho a Elvis Presley, quien permanece vivo en los corazones de millones de personas, y tomo un chardonay de hechizo literalmente, quiero decir que hay luz, no tenemos que verla siempre, pero hay una emisión brillante que acompaña a aquellos que caminan por el sendero de la justicia y la bondad, y esa luz no se apaga cuando los ojos se cierran, no acaba cuando la farsa de la vida que vivimos cada día acaba. Es una luz eterna, imperecedera y de alguna u otra forma, todos, creamos o no, algún día viviremos inmersos en ella, flotando en una atmósfera de paz y plenitud –repito algunos porque… hay casos y cosas-, pero bien estaremos en la LUZ de una vida mejor.
La muerte llegó el sábado pasado, tocó la puerta de un hogar que amo, pero fue tan sólo para decir que no es muerte, es una transformación de vida, de una vida mejor. No lloremos, es un plano de conciencia mejor. No hay sustos, es una vida en evolución.